"Puede sonar extraño, pero cuando vine aquí por primera vez... me enamoré de este lugar", dice Jennifer Kickert, portavoz de la asociación que se esfuerza por reacondicionar el cementerio judío de Waehring, abandonado durante mucho tiempo en los suburbios de Viena, Austria.
Las hojas de color rojizo caen suavemente junto a Kickert en un hermoso día de otoño. La belleza y armonía del lugar explican qué provocó su encanto en esa primera visita hace diez años.
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Tras décadas de abandono y vandalismo, incluidas distintas profanaciones por parte de los nazis, la naturaleza se había adueñado del lugar.
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En funcionamiento entre 1784 y finales del siglo XIX, las lápidas artísticamente talladas y la prominencia de las personas enterradas lo convierten en una "joya cultural e histórica", dice Ariel Muzicant, ex presidente de la comunidad judía de Viena (Israelitische Kultusgemeinde Wien).
Sin embargo, hasta hace poco, este recuerdo del apogeo imperial de Viena se ocultaba bajo densas capas de vegetación. Tras décadas de abandono y vandalismo, incluidas distintas profanaciones por parte de los nazis, la naturaleza se había adueñado del lugar.
Pero en las últimas semanas, distintas autoridades se han comprometido en apoyar la restauración del cementerio. Una visita del presidente austriaco, Alexander Van der Bellen, fue seguida por una del vicecanciller del Partido Verde, Werner Kogler, quien, a principios de este mes, prometió que destinaría 200.000 euros (236.000 dólares) para ayudar con los esfuerzos de limpieza.
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Distintas autoridades se han comprometido a apoyar la restauración del cementerio.
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En 2017, se fundó la asociación "Salvar el cementerio judío en Waehring", que ha coordinado el trabajo de los voluntarios en el sitio. Desde entonces, se despejó la maleza que se había instalado entre las parcelas gastadas por el clima y se quitó cuidadosamente la suciedad de las piedras.
Como resultado, ahora el cementerio está abierto para visitas un domingo al mes. Al mismo tiempo, voluntarios continúan con su trabajo en el fondo, empujando sus carretillas llenas de ramas y suciedad.
"Cuando trabajas en una tumba, las piedras comienzan a contar sus historias", dice la guía turística Brigitte Kenscha-Mautner. Y agrega: "Lo más emocionante de este lugar es que las personas enterradas aquí ayudaron a construir Viena como la conocemos hoy".
En la era nazi, a medida que se intensificaba la persecución de la población judía, las autoridades de la ciudad tomaron el lugar. Los restos de más de 400 personas fueron desenterrados para un "estudio" pseudocientífico sobre la raza judía. Una vez terminada la guerra, apenas pudo recuperarse la mitad, según la historiadora Tina Walzer.
Otras 2.000 tumbas fueron destruidas para dejar espacio a un refugio antiaéreo que finalmente nunca se completó. Y a pesar del acuerdo de que esa parte del sitio se mantendría como espacio verde, la ciudad construyó un bloque de apartamentos.
En cuanto al resto de la trama, Walzer afirma que su destino de posguerra es un microcosmos de la relación de Austria con su propia historia. "Se desarrollaron excusas y estrategias sobre cómo uno podría aceptar las injusticias cometidas", cuenta.
La reevaluación tardía de la historia de Austria en las últimas décadas ha fomentado una nueva relación con sitios como Waehring. En 2009, el gobierno aprobó un total de 20 millones de euros para restaurar los cementerios judíos del país, de los cuales poco más de un millón de euros (1,1 millones de dólares) se han gastado en Waehring.
Si bien se pueden ver algunos guijarros dejados por los visitantes en las lápidas (una marca judía de respeto por los muertos), la mayoría de los descendientes de los enterrados allí murieron en el Holocausto o ahora están fuera de Austria.
Juergen Kreuzroither, un voluntario de 52 años que vive en la zona, dice que "obviamente el cementerio tiene que ver con la historia del país”. Y agrega: “En general, no queda nadie para cuidar estas tumbas, así que tenemos que hacernos cargo".