La prenda de vestir más infame de la historia judía es, sin duda, la insignia amarilla que los judíos de Europa occidental debieron usar desde el siglo XIII en adelante y más tarde por orden de los nazis durante el Holocausto.
Mucho antes, sin embargo, los judíos europeos se distinguieron por otra prenda: el “sombrero puntiagudo”, llamado Pileus Cornutus en latín, que se considera el antecedente histórico de la kipá, uno de los símbolos más reconocibles del judaísmo en la actualidad.
Es difícil determinar con exactitud cuándo y dónde los judíos comenzaron a utilizar el sombrero puntiagudo, pero entre el siglo XII y XVII fue la forma que el Sacro Imperio Romano Germánico eligió para identificarlos. Así lo demuestran diferentes pinturas y manuscritos en los que aparece el conocido “gorro judío”.
Una de las primeras ilustraciones de este sombrero apareció en el Codex Manesse del siglo XII, considerado la colección de poesía alemana más importante de la Edad Media. Süßkind Von Trimberg, poeta alemán y según algunas investigaciones trovador judío, es autor de seis poemas de esa colección y su figura es representada en un dibujo con el “sombrero de los judíos” en la cabeza.
Manuscritos cristianos anteriores a esa época refieren a un sombrero similar utilizado por los tres magos (sabios) que llegaron a Belén para adorar a Jesús. Y también fue utilizado por aristócratas y funcionarios de alto rango en la Europa medieval. Hasta el siglo XII, incluso, fue adoptado por campesinos de Inglaterra que lo usaban en un intento de imitar a las clases altas.
¿Entonces cómo llegó a vincularse a ese sombrero con los judíos? Para llegar a una respuesta primero hay que entender cómo llegaron los sombreros a Europa en general. La investigadora Naomi Loubrich estima que el origen del sombrero data del imperio Asirio y que la versión puntiaguda era popular en todo Oriente. Las familias de comerciantes judíos asquenazíes, que mantenían relaciones comerciales con Oriente a través de Italia, comenzaron a importar estas prendas a la aristocracia cristiana europea.
Cuando parecía que el sombrero puntiagudo ganaba terreno en la moda europea, fue precisamente el violento choque entre Occidente y Oriente durante las cruzadas lo que provocó el declive de su reputación: durante los pogromos a las comunidades judías alemanas comenzaron a aparecer imágenes antijudías que identificaban al sombrero puntiagudo con “los asesinos de Cristo”.
El origen oriental de la prenda tampoco ayudó a la propaganda antijudía y allanó el camino para que sea presentado como un elemento extranjero y peligroso para el corazón de la sociedad cristiana. Entonces, ¿qué cristiano en su sano juicio hubiera optado por vestir ese sombrero?
Las resoluciones del cuarto Concilio de Letrán en 1215 cambiaron drásticamente la vida y la vestimenta de los judíos, al determinar que todo judío o musulmán que viviera en zonas cristianas debía vestirse de una manera diferencial.
La primera ciudad en adoptar definitivamente el sombrero puntiagudo como símbolo judío fue Breslavia, en el oeste de la actual Polonia. Sus gobernantes determinaron que los judíos debían portar la insignia y “volver a ponerse el Pileus Cornutus con el que se identifica a los judíos de estas zonas, que con descaro dejaron de utilizar”.
El diseño exacto del sombrero judío puntiagudo nunca estuvo definido con precisión y de manera uniforme. Por eso en las obras y documentación antigua aparecen diferentes versiones. En regiones alemanas algunos diseños fueron prohibidos y otros permitidos, pero cualquier intento de consenso sobre la forma del sombrero fracasó. Solamente en la Italia del siglo XVI la historiadora Flora Cassen identificó cinco tipos de sombreros judíos: Beretto, Capello, Pileus, Cappuccino y Cendallo.
En un intento de convertir el decreto en precepto, varios rabinos determinaron que los judíos creyentes solamente pudieran orar con la cabeza cubierta. Así lo hizo Menachem Meiri (1249-1310) o Yosef Caro (1488-1575), autor del Shuljan Aruj. Otros como Jacob Ben Asher (1270-1340) recomendaron que los judíos directamente no salieran de sus hogares con la cabeza descubierta. Así es como la kipá puede considerarse un resultado directo del intento de incorporar el “sombrero judío” a la vida religiosa y como algo de lo cual se puede estar orgulloso.