En el cambio de guardia, la observadora que se retira no aparta los ojos de la pantalla. Se levanta de la silla, camina hacia atrás y deja el lugar a su reemplazo. “En un segundo en que se pierde el contacto visual puede haber un incidente”, dice una de las jóvenes que apenas supera los 18 años y puede ser determinante para el destino de una misión operativa.
“Vemos todo y desde los mejores ángulos", afirma una de las combatientes de la división de Recolección de Información de Judea y Samaria, una joven que sirve como observadora en una de las sedes designadas. Allí un grupo de mujeres contó sobre su función clave en determinados operativos, y las implicancias de rodearse con generales hombres y generalmente mayores que ellas.
Yuval Nagli es comandante de la Unidad de Recolección de la Brigada Regional de Samaria, una función del ejército israelí que esta semana fue solicitada por cientos de mujeres recién reclutadas por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Ella mantiene un recuerdo muy vívido sobre una noche en que la convocaron para hallar a Dvir Sorek, un israelí que en 2019 murió en manos de terroristas palestinos. “Rápidamente nos dimos cuenta de que se trataba de un acto terrorista y no simplemente un niño que llegaba tarde a una reunión. Las combatientes de mi unidad comenzaron a verificar las cámaras para realizar una investigación, y una de las combatientes reconoció un vehículo sospechoso, estacionado en un cruce, con las luces traseras encendidas y que dobló hacia el sur en dirección a Hebron”, contó.
La patente de ese automóvil fue informada a la unidad de inteligencia y ese fue el punto de partida para dar con los responsables de los asesinos de Dvir. “Una hora y media después de hallado el cuerpo, ya había una punta de investigación conseguida por una joven de 18 años sobre un caso que había puesto en vilo al país, es una satisfacción difícil de describir”, relató.
Así como Nagli, existen numerosas comandantes de 22 o 23 años con cientos de observadoras a cargo. “Los combatientes en el campo sin nosotros se quedan sin ojos”, resume la comandante Orel Kutzumandi sobre la función de su unidad. “Antes de los operativos planificamos desvíos, ubicamos las casas de los terroristas y dirigimos a las fuerzas hacia ellos de manera que los sospechosos no puedan verlos”, cuenta.
Orel recuerda especialmente una noche en que una de sus mujeres a cargo informó sobre la presencia de sospechosos cerca del asentamiento judío Migdal Oz. “Miró un punto negro en la pantalla y me dijo: ´Esto es un ser humano´. Había un terrorista en el lugar y se envió un mensaje a todos los residentes para que se encierren en sus casas”.
“Solamente una observadora profesional puede identificar por las cámaras a un sospechoso escondido, acostado y gateando hacia adelante”, afirmó Orel sobre el hallazgo. Posteriormente, la unidad guió en tiempo real a los soldados hasta el arresto del intruso.
En 2019 esta unidad frustró 75 ataques terroristas y en 2020 otros 250 intentos. Por eso, a la hora de tratar con soldados hombres y de rangos superiores, Orel asegura que “no hay un gramo de desprecio hacia nosotras en las discusiones importantes” y que en las FDI está naturalizado “que chicas jóvenes compartan la misma sala con muchos oficiales”.
Como en otras unidades de las FDI, la tarea de las observadoras genera efectos secundarios. Algunas de las jóvenes aseguran que “sueñan en blanco y negro”, tal como se ve en sus pantallas operativas. Otras admiten: “Escaneamos a cada persona de pies a cabeza, no sabemos cómo mirar de reojo”.
“Es cierto. A mí me pasó que cuando volvía a casa conducía con los ojos abiertos continuamente, casi sin pestañear, y al girar en una calle sentía una sensación muy extraña”, contó Elinor Yossifov, la capitana de Recolección de la Brigada Binyamin, que llegó a este cargo a disgusto pero con el correr del tiempo no se arrepienta.
“Muchas combatientes no quieren estar aquí, tiene mala imagen, y a mí me pasó. Me convencieron diciéndome que iba a trabajar con recursos especiales, alta tecnología y cosas así. Resulta que era un puesto de observación y al principio me enojó. Pero después de frustrar un atentado tras otro uno entiende y valora la importancia de esta función”, dijo.