En medio de la tercera ola de COVID-19, y mientras Israel continúa su gran campaña de vacunación, la morbilidad está alcanzando nuevos máximos. Las salas de coronavirus en los hospitales del país, que han estado lidiando con la pandemia durante meses, continúan trabajando las 24 horas y se ven desbordados.
El personal médico contó, entre otras cosas, sobre el daño mental que produce observar el rápido deterioro de algunos pacientes, acerca de la relación con los familiares de los enfermos que no pueden estar cerca de sus seres queridos y todos concuerdan en que la actual ola de contagios es la peor que ha ocurrido en Israel.
"Hay una luz al final del túnel": Hospital Soroka, en Beer Sheva
En la sala de coronavirus del Hospital Soroka, 54 pacientes están actualmente hospitalizados en tres salas. 14 de ellos se encuentran en cuidados intensivos. Ahora, debido a que los hospitales se ven desbordados de pacientes con coronavirus, las instituciones médicas de todo el país comenzaron a derivar personas a otros hospitales, como al Soroka. Esto también sucedió durante la segunda ola de contagios en Israel.
"Estamos en medio de la tercera ola, la peor que ha sucedido desde el comienzo de la pandemia", dijo el doctor Uri Galante, un médico de la unidad de cuidados intensivos de coronavirus del hospital. "Las señales de esto se ven en los centros médicos, y en Soroka en particular. El número de pacientes está creciendo, hemos alcanzado un pico de internados en cuidados intensivos, un número que no habíamos visto durante las dos olas de contagios anteriores”, agregó.
El doctor Galante señaló que aún no es posible sentir una disminución en la morbilidad a pesar del cierre general que rige en el país. "El número de pacientes en cuidados intensivos se ha cuadruplicado en la tercera ola", sostuvo.
"El efecto de las vacunas aún no se ha sentido", señaló el doctor Galante. Y agregó: "Esperamos que en aproximadamente un mes comience a disminuir la morbilidad y, posteriormente, también se reduzca la cantidad de pacientes hospitalizados, especialmente de los que se encuentran en estado crítico”.
Además, el médico busca desmentir la creencia de que "el coronavirus es una enfermedad de ancianos". Explicó que la mayoría de los pacientes en grave estado tienen entre 40 y 60 años y no todos padecen enfermedades subyacentes.
Ilana Puhis, enfermera a cargo de la sala de terapia intensiva de coronavirus, expresó: “Estamos acostumbrados a luchar por cada paciente. Antes de la pandemia, nuestras tasas de mortalidad eran muy bajas. Sin embargo, ahora la tasa de mortalidad ha aumentado significativamente; es muy triste y está afectando al personal y bajando el nivel de motivación. Sin embargo, hay optimismo por las vacunas. Vemos luz al final del túnel".
"Etapa de tsunami": Hospital Kaplan, en Rehovot
En un turno en las sala de coronavirus del Hospital Kaplan, en Rehovot, el equipo se vio obligado a informar la muerte de un paciente de 98 años a su familia. Poco después, los médicos celebraron el cumpleaños número 90 de otra paciente con un pastel y globos.
La sala alberga actualmente a 33 pacientes con el virus, incluidos 17 en estado crítico, ocho de los cuales están conectados a respiradores artificiales. En otra sala, 34 pacientes están hospitalizados y hay signos importantes de fatiga entre el personal. Los médicos a veces completan turnos de 26 horas, y la lucha contra la pandemia, por supuesto, no es sencilla.
La directora de la sala de coronavirus, la doctora Malka Atali, expresó: “Más allá de las vacunas, estamos en problemas. Esta es la etapa de tsunami de la enfermedad. La primera ola de contagios fue pequeña, la segunda fue más grande y ahora es un tsunami”. También habló sobre las duras experiencias que deben atravesar. “Esta mañana no comenzó bien. Conectamos a un paciente a un respirador artificial y otro murió. Le tuvimos que informar a la familia por teléfono, ya que está aislada. Es difícil hablar así y no personalmente”, dijo.
La doctora Ilana Silverla, especialista en medicina familiar que trabaja en la sala de coronavirus, habló sobre las dificultades mentales que sufre el personal médico por trabajar allí. "Esto es lo más difícil que he tenido que hacer. A veces los pacientes se deterioran muy rápidamente y no tenemos respuestas para las familias, ni siquiera para los propios pacientes. Según comentó, el personal limitado del hospital trata de estar al lado de los internados todo el tiempo, pero no siempre es posible.
"Cuando alguien muere es un gran shock. No siempre podemos predecirlo porque a veces el deterioro es muy rápido”, agregó.
"La primera ola fue un juego de niños": los hospitales de Jerusalem
En Hadassah Ein Kerem en la capital, actualmente hay 142 pacientes hospitalizados en las salas de coronavirus, y en Shaare Zedek, 121. Además, 110 infectados están internados en el Hospital de Rehabilitación Herzog. En los últimos días estos centros médicos se han esforzado en exigir presupuestos que les ayuden a lidiar con las grandes cantidades de pacientes que deben atender.
El profesor Dror Mevorach, director del departamento de coronavirus en Hadassah Ein Kerem, también manifestó que la tercera y actual ola de contagios es más grave que las anteriores. "La primera ola fue un juego de niños, la segunda fue muy grave, pero esta es la más dura de todas. Además, vemos pacientes cuyo deterioro se produce muy rápidamente”, afirmó.
También señaló que el efecto de las vacunas o de las restricciones sanitarias no se siente. "Ciertamente espero que la vacuna reduzca el número de pacientes graves, la mayoría de los cuales en este hospital tienen 60 años o más. Pero desafortunadamente esa disminución esperada no está sucediendo”, expresó el doctor Mevorach.
Hadas Sapir, una enfermera de la sala de coronavirus, describió la dificultad de trabajar allí y la necesidad de asistencia psicológica. "Es difícil aquí. Una vez más, estamos con muchos pacientes conectados a respiradores artificiales, viendo que la gente se deteriora rápidamente y es llevada a cuidados intensivos. No es fácil para el personal", indicó.
Sapir se refirió a un caso ocurrido en el Hospital Ichilov, en Tel Aviv, en el que un paciente falleció después de que su respirador artificial se desconectara sin que el personal se percatara de ello. “Sí, le puede pasar a cualquiera. La carga es pesada, en cuidados intensivos hay muchos ruidos, lo entiendo. Intentamos que siempre haya alguien en la sala, pero entre turnos, puede pasar que por unos minutos no haya nadie. Siempre estamos allí por cualquier urgencia y vemos a los pacientes por las pantallas. No obstante, es realmente muy estresante”.
También es duro para Sapir ver la desconexión entre los pacientes y sus familias. "Muchas veces no pueden estar del lado de sus seres queridos que están hospitalizados en la sala, es una de las cosas más difíciles", señaló.
La tardea de Ety Levy, una enfermera de enlace en la sala de coronavirus, es informar a las familias sobre el estado de los pacientes. "Muchas veces los pacientes no pueden hablar por teléfono para contar cómo están Los horarios de visita de los familiares son muy limitados y tampoco siempre pueden hablar con el médico cuando llegan. Por eso recolecto la información de los médicos y enfermeras e informo a las familias", explicó.