Durante 80 años no hubo una sinagoga en el kibutz Sde Nehemia, una comunidad rural del norte israelí fundada en 1940 bajo los valores socialistas y de tradición secular. Pero en 2014 una joven religiosa de un kibutz fue asesinada durante un viaje a Nepal, luego de servir en las FDI, y su historia fue inspiradora de una sinagoga con su nombre: Tamar Ariel.
Tamar, criada en el kibutz Masuot Yitzhak, se convirtió en un símbolo para muchas mujeres religiosas. Y también caló hondo en el coronel Yishai Shelach, miembro del kibutz Sde Nehemia y comandante de la israelí asesinada. Gideon, padre de Shelach,fue el encargado de planificar la primera sinagoga después de 80 años sin un sitio de oración en el kibutz.
“Soy una persona estrictamente laica y no voy a pisar la sinagoga, pero creo en la fe de las personas”, afirma Gideon Shelach sobre el templo que él mismo ayudó a construir. ¿Por qué entonces establecer un sitio de rezo? Además de la inequívoca apertura de Gideon, también se explica por el establecimiento de nuevos barrios en las adyacencias del kibutz, que rompieron la coraza de la institución del kibutziana, modificaron las características de la población de la zona y generaron cambios culturales. El establecimiento de la sinagoga es uno de ellos.
Las discusiones internas persisten en el kibutz, por parte de algunos miembros que temen un cambio en el espíritu del lugar. Pero Gideon Shelach asegura que esta apertura cultural que acompaña la expansión de la región es la que permite, según sus palabras, que el kibutz no se convierta en “una institución geriátrica” debido al abandono masivo de las generaciones más jóvenes. “Teníamos miedo de que cambie nuestro estilo de vida, pero unos años después nos dimos cuenta que era solamente para mejor”, asegura.
“¡Sobre mi cadáver! Comenzaremos con una sinagoga, y después continuaremos prohibiendo actividades en Shabat”, fue una de las quejas que se escucharon en las discusiones internas en Sde Nehemia. Pero la decisión fue aprobada por mayoría y, pese a las resistencias, el fenómeno llegó para quedarse: en los últimos años se construyeron decenas de sinagogas en kibutzim y comunidades seculares.
En el caso de Sde Nehemia, la decisión estuvo condicionada a que el kibutz no pusiera ni un solo centavo en la construcción de la sinagoga. Ese vacío lo llenó el rabino Shlomo Raanan y la organización Ayelet HaShajar, una corriente ortodoxa abierta a religiosos y laicos, hombres y mujeres, que hasta la fecha colaboró en el establecimiento de al menos 65 sinagogas en comunidades seculares.
“Soy una persona estrictamente laica y no voy a pisar la sinagoga, pero creo en la fe de las personas”, afirma Gideon Shelach sobre el templo que él mismo ayudó a construir.
Ante la consulta sobre si la construcción de edificios religiosos en comunidades laicas es una actividad misionera, el rabino Raanan responde que “en pleno 2021 no podríamos forzar a las personas, ni aunque quisiéramos” y asegura que “a cada kibutz al que asistimos, llegamos por un pedido de los residentes del lugar”.
Moti Zeira, director del centro de estudios judaicos del Instituto Oranim, afirma que en los kibutzim de Israel se despertó un interés por el judaísmo, la ceremonia de recepción del Shabat y el estudio de las fuentes judaicas. “Desde finales de la década del 70 hasta hace diez años atrás el movimiento kibutziano estuvo ocupado por su supervivencia. Las nuevas reglas de juego capitalistas y las privatizaciones depredadoras no dejaban lugar para el compromiso cultural, pero cuando se resolvió ese problema surgieron en el movimiento inquietudes casi naturales por el Shabat, las festividades y los rituales judíos en general”, reflexiona.
El doctor Zeira, por cierto, pertenece a un movimiento de “judaísmo israelí según una concepción pluralista secular”, cuyas fuentes no son solamente los textos antiguos, sino también concepciones liberales y humanistas contemporáneas, de autores no necesariamente observantes del judaísmo.
A diferencia de otros “laicos radicales”, que libran feroces batallas contra las sinagogas en los kibutzim que llegan hasta los tribunales de justicia, esta corriente pluralista secular no se opone al fenómeno y hasta se expresa de acuerdo en el establecimiento de sinagogas ortodoxas, si los habitantes de esas comunidades así lo desean. De hecho, Zeira critica a los “laicos débiles” que, según él, suelen comportarse a la defensiva y “atacan a los ortodoxos para sentirse judíos y son incapaces de expresar su judaísmo de una manera auténtica”.