Siete décadas pasaron desde el establecimiento del Estado de Israel y sin embargo, algunos de sus procesos parecen avanzar a toda velocidad. A pesar de su tamaño relativamente pequeño, los cambios demográficos son turbulentos y modifican el clima social y político y las relaciones entre los grupos que componen la sociedad israelí.
En Israel, como en el resto del mundo, las ciudades experimentan un proceso de gentrificación, por el cual una población económicamente fuerte ingresa a barrios y áreas con poblaciones de menos recursos y se produce una subida de los precios inmobiliarios que deriva en el desplazamiento de la población original del lugar.
A pesar de su tamaño relativamente pequeño, los cambios demográficos en Israel son turbulentos y modifican el clima social y político
Sin embargo, en paralelo se dan diversas formas de transición e intercambio poblacional que se basan en percepciones religiosas, étnicas o se apoyan en el deseo de preservar un entorno de vida rodeado de "personas como uno". Esas percepciones ralentizan el proceso de gentrificación e impiden que grupos enteros sean desplazados de un espacio a otro.
Cuarta ola de migración ultraortodoxa: los jóvenes regresan a la periferia
Los investigadores afirman que muchas veces la brecha religioso-secular está definida por el entorno habitacional. Durante años, la Dra. Lee Cahaner, jefa del Departamento de Geografía del Colegio Académico Oranim e investigadora del Instituto de Democracia de Israel, estudió el despliegue demográfico de los ultraortodoxos.
Según Cahaner existen cuatro oleadas de transición en el sector: la primera se caracteriza por el desarrollo de las antiguas concentraciones ultraortodoxas en Bnei Brak y los barrios ultraortodoxos de Jerusalem, que se inició con el establecimiento del Estado. La segunda se caracteriza por el traspaso de ultraortodoxos a ciudades en desarrollo y el establecimiento de "núcleos ultraortodoxos" dentro de ellas. La tercera ola se da con la planificación y construcción de ciudades ultraortodoxas y la cuarta, y según Cahaner la más interesante, la actual en que los jóvenes ultraortodoxos vuelven a la periferia.
"La migración a áreas periféricas le permitió a la población ultraortodoxa establecer 'comunidades planificadas'", explica Cahaner. "Es decir, un grupo basado en características socioeconómicas similares, y no necesariamente en características religiosas", agrega.
Cahaner cree que una alternativa que deben evaluar las autoridades en materia de planificación urbana es el establecimiento de barrios homogéneos en ciudades heterogéneas. Las ciudades diversas crearán puntos de fricción positivos entre el mundo ultraortodoxo y secular, y brindará soluciones tanto a nivel laboral como en aspectos tales como el ocio y la cultura para la población ultraortodoxa”.
El kibutz: entre el crecimiento y el fenómeno de volver a la religión
Cahaner, además de investigadora, orgullosa kibutznikit (nombre con que se conoce a los residentes de un kibutz) observa la tendencia cada vez más extendida en los últimos años de construir espacios religiosos tales como sinagogas dentro de los kibutzim, territorios históricos del secularismo.
Ella cree que esta renovación del judaísmo está apoyada sobre dos procesos: el primero es el de la difícil situación económica que afrontan algunos kibutzim y los obliga a abrirse a población cuyas preferencias no siempre están en consonancia con los valores sociales del "viejo" kibutz. El segundo es el fenómeno del regreso a la práctica religiosa de los miembros de mayor antigüedad que impulsan y exigen el establecimiento de estos nuevos espacios.
“Las sinagogas que surgen de ese proceso son a menudo una vía de acceso a la cultura y no necesariamente una amenaza al antiguo secularismo del kibutz”, sostiene Cahaner.
Religiosos nacionalistas: entre la vida comunitaria y el modo de vida burgués
El Dr. Edo Lieberman, investigador en demografía y profesor del Colegio Académico Galilea Occidental, analiza los cambios que están teniendo lugar en las sinagogas como último síntoma del cambio comunitario. Se refiere a los templos que fueron abandonados de a poco por sus fundadores religiosos nacionalistas en Bnei Brak, Haifa o Tel Aviv y a los cuales ingresó la ultraortodoxia.
Según Lieberman hay tres elementos que impulsaron este proceso: “yo lo llamo la impía trinidad, porque en apariencia estos tres elementos no se llevan bien e incluso se contradicen”, sostiene.
El primero es el factor comunitario, similar a lo que sucede entre la población ultraortodoxa que se esfuerza por vivir rodeado de una comunidad con la cual se identifica. "En el nacionalismo religioso es un elemento fundamental. Los religiosos nacionalistas suelen vivir en comunidades y sin ellas les falta un elemento identitario”, evalúa Lieberman.
“El segundo elemento es la burguesía. A pesar del deseo de parecer una comunidad modesta e idealista, el modo de vida burgués es muy importante para el sionismo religioso”, sostiene el académico.
El tercer elemento que impulsa a la comunidad religiosa nacionalista es el sentido de misión. Según Lieberman, "en este sector de la sociedad, a veces resulta extremadamente importante comprometerse con un proyecto, tanto a nivel comunitario como a nivel de la política, del país, en torno a la idea de una Gran Tierra de Israel”.
“La consecuencia más obvia de este proceso es que el sector sionista religioso se unió fuertemente hacia su interior. Esto incluyó el desarrollo de una cultura, con sus propios ídolos de la música y la literatura. El proceso se propagó hacia lugares de trabajo, actividades de tiempo libre y escuelas que pasaron a ser subsectores del nacionalismo religioso.
Tradicionalistas: las sinagogas hogareñas
Las transiciones de grandes grupos de población y las tensiones que conllevan, a menudo reciben un abordaje artístico. Un ejemplo es la película El balcón de las mujeres, que describe el proceso de toma de posesión de una sinagoga tradicional sefardí por parte de un rabino ultraortodoxo y sus seguidores.
El Dr. David Bitton, director del área de Estudios Judaicos de la Escuela Académica Ono, resalta las diferencias entre las sinagogas sefaradíes de las ultraortodoxas, con el fin de entender la fractura que sucedió en las primeras.
Las sinagogas en los países islámicos existían bajo una serie de restricciones. Esta realidad creó una entidad que son las sinagogas dentro de los hogares privados. “Lo que conocemos como sinagoga comunitaria, grande y central era una realidad imposible. La mayoría de las sinagogas pertenecían a una familia o a los residentes de una calle en particular. Esa configuración se trasladó al Israel de los años cincuenta y sesenta a través de los inmigrantes”, explica.
Según Bitton, “la sinagoga tradicionalista está conformada por la familia y el barrio. Esa condición configura el modo de cumplir con las leyes judías del tradicionalismo. Si estás faltando el respeto al shabat, pero eres mi primo, no te aplico el castigo que las sagradas escrituras contemplan”.