En la noche del jueves y las primeras horas del viernes el ejército de Israel actuó cómo se esperaba: con creatividad, astucia y la mejor combinación posible de sus recursos aéreos y terrestres.
A través de una operación que no se vio en mucho tiempo, las FDI infligieron un duro golpe a la infraestructura subterránea de Hamás y la Yihad Islámica, y a los combatientes de estas organizaciones terroristas que salieron a la superficie a frustrar una incursión terrestre que nunca ocurrió.
El operativo comenzó alrededor de las 9 de la noche, cuando dos batallones de tanques y una brigada de infantería Golani avanzaron hacia la valla de separación en la frontera norte de la Franja de Gaza. Aunque nunca ingresaron, el rugido de los motores se escuchó bien dentro en el enclave palestino y los tanques viajaron cerca de los asentamientos israelíes, de tal manera que las luces de las localidades los hicieron visibles desde el otro lado de la valla.
A su vez, un mensaje ambiguo de voceros de las FDI provocó que medios de comunicación de todo el mundo se hicieran eco de una supuesta incursión terrestre de Israel en Gaza. Aparentemente, esto llevó a los comandantes de Hamás y la Yihad a estimar que estaba por comenzar un ataque terrestre, y para repeler esta supuesta ofensiva los grupos palestinos sacaron de sus escondites subterráneos a numerosos combatientes de la primera línea: observadores, equipos de misiles antitanques y lanzadores de morteros que debían bloquear o retrasar a las FDI.
Mientras los tanques y vehículos blindados avanzaban hacia la valla exterior, unos 160 aviones de combate y drones de la Fuerza Aérea iniciaron un ataque en las afueras de la ciudad de Gaza, dirigido a los túneles que Hamás y la Yihad Islámica construyeron para trasladarse por la zona sin ser detectados por el ejército israelí.
Las FDI infligieron un duro golpe a la infraestructura subterránea de Hamás y la Yihad Islámica, y a los combatientes de estas organizaciones terroristas que salieron a la superficie a frustrar una incursión terrestre que nunca ocurrió.
Se trata de una enorme red subterránea construida después de la operación Margen Protector en 2014. En los últimos años el ejército israelí desarrolló capacidades para destruir estas estructuras, a través de aviones de combate que lanzan bombas precisas que explotan dentro de los túneles.
En la última noche la Fuerza Aérea alcanzó 150 de esos objetivos y hasta el momento no se sabe cuántos miembros de Hamás resultaron heridos o quedaron atrapados dentro de los túneles. Aquellos que salieron a la superficie para repeler una supuesta incursión terrestre también fueron alcanzados por fuego israelí, aéreo o terrestre, a través de tanques, cañones, escuadrones de cazas, francotiradores, lanzadores de misiles y drones con sistemas de visión nocturna que permitían detectar los movimientos y dirigir los ataques hacia los agentes terroristas.
Varios escuadrones antitanques, de observación y equipos de morteros palestinos fueron alcanzados. Los datos exactos sobre la magnitud de los daños se conocerán más adelante, pero asoman a la vista números muy importantes.
El golpe se asestó, es importante señalar, con el mayor cuidado posible para no afectar a civiles palestinos no involucrados. Y el principal logro militar es el impacto psicológico sobre los comandantes de Hamás y la Yihad, quienes no lograron evaluar las intenciones de las FDI y actuar en consecuencia.
A primera vista parece que Hamás se vio sorprendido y como resultado de ello disminuyó la cantidad de lanzamientos de cohetes a Israel en relación a noches anteriores. Sin embargo, es demasiado pronto para celebrar resultados concluyentes. Hamás y la Yihad todavía tienen miles de cohetes que pueden causar un gran daño. Las FDI todavía tienen mucho trabajo por delante.