Los gobiernos occidentales se enfrentan a un creciente dilema para garantizar la liberación de extranjeros e iraníes con doble nacionalidad encarcelados en Irán, ante la presión de Teherán para intercambiar prisioneros, en la llamada "diplomacia de los rehenes".
Irán ha detenido en los últimos años a varios extranjeros y a iraníes con doble nacionalidad por acusaciones infundadas, según diversos activistas de derechos humanos y gobiernos occidentales. Los presos son liberados tras meses o incluso años de duras negociaciones.
La liberación más reciente de presos extranjeros por Irán, la de los estadounidenses Xiyue Wang en diciembre de 2019, y Michael White en marzo de 2020 y del francés Roland Marchal también en marzo; estuvieron acompañadas por la liberación de iraníes detenidos en el extranjero.
Pero la preocupación por este método aumentó el mes pasado con la liberación de la profesora australo-británica Kylie Moore Gilbert, que fue liberada en un aparente intercambio por tres iraníes condenados en Tailandia por la explosión de una bomba que Israel vincula con ataques contra sus intereses.
Los activistas temen que al aceptar los intercambios, los gobiernos extranjeros den alas a Irán para que siga deteniendo a visitantes y aumentando el precio por su liberación. "En los últimos años nos quedó claro que lo que veíamos no es más que una toma de rehenes. Este tipo de negociaciones solo incitará a la toma de rehenes por el gobierno iraní", dice Hadi Ghaemi, director ejecutivo del Centro para Derechos Humanos en Irán, con sede en Nueva York.
Irán rechaza de plano estas acusaciones, pero la semana pasada el ministro de Relaciones Exteriores Mohammad Javad Zarif aseguró que su país "está dispuesto a la reciprocidad". Esto deja a los gobiernos extranjeros en una posición delicada a la hora de sus gestiones para liberar a los prisioneros.
Entre ellos están el empresario irano-estadounidense Siamak Namazi, que lleva detenido más de cinco años; la periodista irano-británica Nazanin Zaghari-Ratcliffe, detenida desde 2016 y ahora en arresto domiciliario, y la antropóloga irano-francesa Fariba Adelkhah, detenida en junio de 2019 y actualmente en arresto domiciliario. El padre de Siamak Namazi, de 84 años, fue detenido en 2016 tras visitar en la cárcel a su hijo y todavía no puede irse de Irán.
La última persona con doble nacional detenida es la irano-alemana Nahid Taghavi, de 66 años, quien, según su hija Mariam Claren, fue arrestada en su apartamento en Teherán a mediados de octubre y ahora se encuentra en aislamiento en la cárcel de Evin, la más famosa de la ciudad. Se desconocen las razones de su detención. "Sé que será una maratón", dice Claren a la AFP. "No espero que vuelva a casa para Navidad", se lamenta y presiona a Berlín para que "intervenga".
También preocupa la situación de Ahmad Reza Jalali, un investigador irano-sueco que ha sido sentenciado a muerte y cuya familia teme que esté en riesgo de una ejecución inminente.
"Tenemos un dilema, no hay una respuesta fácil", dice Roya Boroumand, cofundadora del Centro Abdorrahman Boroumand, con sede en Washington, que promueve los derechos humanos en Irán.
Tras la liberación de Moore-Gilbert, el departamento de Estado norteamericano acusó a Teherán de "diplomacia de los rehenes". Su titular Mike Pompeo instó el mes pasado a Irán a poner fin a esta "campaña de rehenes grotesca".
Los activistas aseguran que se trata de una táctica integrada en la psicología política de la República Islámica prácticamente desde su nacimiento, en la estela del secuestro del personal de la embajada de Estados Unidos en Teherán durante 444 días entre noviembre de 1979 y enero de 1981.
En 2009, la liberación de la estudiante francesa Clotilde Reiss, acusada de espionaje, fue seguida por la liberación en Francia de Ali Vakili Rad que había sido condenado en 1991 por el asesinato del último primer ministro del Sha de Irán Shapour Bakhtiar. París negó la relación entre ambas liberaciones.
Para Boroumand, lo único que se puede hacer es que los gobiernos extranjeros adviertan a sus nacionales y a las personas con doble nacionalidad que dejen de viajar a Irán. "No veo otra opción". Para Ghaemi, los países occidentales tiene que mostrar "un frente unido".