Casi todos los expertos de derecha se han encontrado recientemente indignados y exigiendo: "¿por qué no podemos ondear banderas israelíes en Jerusalem?".
Algunos de ellos incluso han dado un paso más, preguntando: "¿por qué se puede ondear la bandera palestina en el corazón de Tel Aviv pero no la israelí en Jerusalem?". Hubo incluso quienes se preguntaron en voz alta si se verían obligados a retirar las banderas israelíes que adornaban sus vehículos al entrar en la capital.
Pero todos ellos ya sabían la respuesta a sus preguntas: no existe ninguna prohibición de llevar, sostener o agitar la bandera israelí en Jerusalem.
También son conscientes de la enorme diferencia entre exhibir con orgullo la bandera nacional -incluso en Jerusalem- y la provocación que supone el "Desfile de Banderas" patrocinado por los extremistas de derecha Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich.
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El "Desfile de la Bandera" anual en Jerusalem fue interrumpido en mayo debido al lanzamiento de cohetes desde Gaza.
(EPA)
El desfile tiene poco que ver con el fortalecimiento de Jerusalem y todo que ver con provocar el caos. Y si se derrama algo de sangre por el camino, entonces la provocación puede considerarse un éxito. Si hay una ciudad en Israel cuyos residentes judíos y árabes no logran entremezclarse y coexistir, es Jerusalem.
Este fracaso se produjo durante los 12 años de gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu. Y sin embargo, sus defensores y seguidores acérrimos culpan de alguna manera de los recientes disturbios y la violencia en la capital a los líderes de la nueva coalición que aún no ha sido aprobada, y mucho menos asumida.
Es casi imposible explicar a la comunidad mundial por qué la extrema derecha puede comportarse de forma tan provocadora y, de hecho, sus acciones sólo ayudan a los que odian a Israel.
Del mismo modo, no hay una explicación legal decente de por qué los judíos intentan desplazar a las familias árabes de sus casas en medio de un barrio tradicionalmente árabe o por qué se prohíbe a los propietarios árabes de la ciudad utilizar sus derechos.
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Manifestantes en el barrio Sheikh Jarrah de Jerusalem con una pancarta en la que se lee "No a la evacuación de familias".
( Amit Shabi)
Hacer las cosas por contrariedad (un concepto conocido en hebreo como "davka") es la mejor manera de reforzar a los antiisraelíes y sus reivindicaciones. Estos aparentes antisionistas de la derecha se han convertido en los mayores aliados de los antisionistas de la izquierda.
El mayor problema es que lo que le ocurrió a la izquierda de Israel en la última década le está ocurriendo a la derecha hoy. La extrema izquierda ha conseguido arrastrar a todo el campo por vías delirantes, y ahora es más prominente, más decidida y más estridente que antes.
Ahora la derecha, que pretende ser la mayoría cuerda, está bailando al son de extremistas como Ben-Gvir, la organización racista Lehava que odia a los árabes y los que siguen las enseñanzas del rabino racista Meir Kahana, que infamemente llamó a "asesinar a todos los árabes".
Personas que durante años no habían pisado el barrio musulmán de la Ciudad Vieja insistieron de repente en marchar allí como parte del Desfile de la Bandera, con la esperanza de avergonzar a los líderes de los partidos de derechas que forman parte de la naciente coalición que pretende sustituir al gobierno de Netanyahu.
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Bezalel Smotrich pronunciando una protesta contra el nuevo gobierno frente a la casa de Yamina.
(Ayelet Shaked)
Cuando quienes apoyan a la organización terrorista Hamás insisten en desfilar por las calles de la ciudad, todos sabemos que no es más que una flagrante provocación.
También todos sabemos que no es más que una provocación cuando los extremistas de derecha insisten en desfilar por las calles de la ciudad, aunque en la demencial realidad actual cuenten con el apoyo de varios ministros del gobierno.
En un Estado judío democrático, la provocación debe permitirse en la marcha.
