Muhammad Adas fue asesinado a tiros hace dos días. Solo tenía 15 años y me rompe el corazón saber que no será el último. La situación de la sociedad árabe israelí es insoportable. El espacio público está inundado con cientos de miles de armas ilegales. Nos invade el miedo a enviar a los niños a jugar al aire libre o caminar por la calle. Es un miedo paralizante, que transmitimos a nuestros hijos y afectará a toda una generación.
A veces se percibe que la mayoría de los judíos israelíes tratan a la violencia y el crimen en el sector árabe como si ocurriera en otro país. Si cientos de miles de armas ilegales circularan por ciudades como Kfar Saba o Modi ́in, el país estaría en llamas. Pero sucede en la sociedad árabe y es difícil desprenderse de la sensación de que a muchos judíos les importa poco.
El problema es de fondo y está arraigado a la política, la discriminación, la pobreza, las brechas de presupuesto y un sentimiento de desesperanza que predomina en la juventud árabe del país. Entre la población judía uno de cada dos arrestados afronta una causa judicial, mientras que entre los árabes dos tercios no llegan al banquillo. Y cuando hay cargos, no existen programas de rehabilitación para los delincuentes que ven a la cárcel como una escuela del crimen.
Una cifra puede dimensionar la proporción del fenómeno: el año pasado 113 ciudadanos árabes fueron asesinados. Si la tasa de asesinatos fuera similar en el sector judío, más de 550 judíos habrían sido asesinados. Está claro que una situación de ese tipo no hubiera pasado desapercibida.
A principios de la década de 2000 los titulares de los diarios israelíes clamaban por la severa violencia de organizaciones criminales judías en Nahariya y Netanya. Asesinatos, drogas y automóviles que explotaban en operativos mafiosos. Al igual que ahora, todos sabían quiénes encabezaron estas organizaciones y se logró erradicar esa violencia con el esfuerzo conjunto del gobierno, la policía, instituciones de Bienestar Social y el sistema educativo.
El Estado derrotó a las organizaciones criminales judías, pero dejaron un espacio en blanco que fue llenado por organizaciones criminales árabes. Si a eso se le suma la tendencia de la policía a mirar para otro lado cuando se trata de árabes, se genera este caos que ya se llevó la vida de 1.500 ciudadanos árabes desde el año 2000.
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Árabes y judíos protestan contra la violencia policial en Umm al-Fahm.
(Gil Nehushtan)
La sociedad árabe israelí afronta una crisis sin precedentes y para superarla necesitamos a los ciudadanos judíos junto a nosotros. El crimen desenfrenado generó un estado de desesperación que se refleja en una esperada disminución de la motivación para salir a votar en las próximas elecciones. Lamentablemente muchos ciudadanos árabes pierden su fe en la capacidad de influir en la realidad, y consideran renunciar a su derecho democrático.
Para el sector árabe la violencia es un tema decisivo en las elecciones. Si hay un despertar, si se levanta un movimiento solidario, si nos acompañan en esquinas y plazas, en las manifestaciones en Umm Al Fahm o en la protesta prevista en Tel Aviv, tal vez haya un verdadero punto de inflexión.
Los árabes necesitamos un mensaje de esperanza para nuestros niños, que vean que podemos perder la esperanza con el gobierno pero no con nuestros vecinos. Y sigo siendo optimista. La violencia y el crimen se pueden derrotar. Le pido a los ciudadanos judíos de Israel que sean parte de la lucha, que se unan a nosotros para convertirse en una parte importante de la solución.
*Riham Abu Elassal es la presidenta de la organización de mujeres Naamat en Nazaret y trabajadora social que trabaja sobre la crisis de violencia en la sociedad árabe israelí.