Tenemos un país maravilloso: es cierto que sufre bastantes "fallas", como dijo una vez el sexto primer ministro de Israel, Menájem Beguín, y aún así no hay otro país de nuestro tamaño que haya dado a luz a 12 ganadores del Premio Nobel.
Tenemos un país maravilloso: sí, estallamos de impotencia cuando se forma un gobierno con 36 ministros, numerosos viceministros y dos oficinas del primer ministro, justo en medio de una crisis económica, al mismo tiempo en que hay más de 1 millón de nuevos desempleados debido a la pandemia de coronavirus.
Y aún así, justo antes de que el virus golpeara, Israel tenía una de las tasas de desempleo más bajas del mundo, la deuda pública se había reducido en casi un 60%, el salario promedio era de alrededor de 3.000 dólares al mes, el mínimo de 1.500 y la calificación crediticia del país se encontraba entre las mejores.
Tenemos un país maravilloso. Podemos estar divididos, a veces incluso dentro de nuestras propias familias. Algunos apoyan al primer ministro, Benjamín Netanyahu, al grito de “nadie más que Bibi”, y otros gritan con vehemencia “cualquiera menos Bibi”.
Estados Unidos es la nación más fuerte del mundo según la clasificación anual de la revista U.S. News and World Report, pero el pequeño Israel se encuentra entre los diez primeros, en el octavo lugar, justo después de Rusia y China.
Tenemos un país maravilloso. Es cierto que el Estado sufre ataques de misiles y otros peligros a su seguridad, pero nuestras mentes más brillantes han desarrollado una gran cantidad de inventos para protegernos.
Desde armas personales como la Uzi y el Galil. hasta el tanque Merkava, el jet de combate Lavi y el sistema de defensa antimisiles Hetz. Somos pioneros. Y no olvidemos a la 'Cúpula de Hierro', que tantas vidas ha salvado.
Con todo lo anterior, junto con el poder de las Fuerzas de Defensa de Israel, somos realmente un país “start up”, ¿no es así?
Tenemos un país maravilloso. Es cierto que los costos de vida siguen siendo demasiado altos, lo que lleva a muchos israelíes a reubicarse en otro lugar. Pero en el momento en que estalló la pandemia, rápidamente regresaron a casa. Porque sólo aquí se sienten como en casa.
Tenemos un país maravilloso. Es aquí donde se inventó el calentador de agua con energía solar y el sistema de riego por goteo, el tomate cherry y la unidad de disco rígido portátil.
Aquí se inventó Waze y luego se vendió a Google por millones de dólares. Es aquí donde se creó el sistema de asistencia al conductor Mobileye. Y aquí se creó la Copaxone para tratar la esclerosis múltiple.
Y no olvidemos otras creaciones israelíes que empujan a quienes viven en otros países hasta las tiendas kosher: croutones fritos, cuscús perlado, queso tzfat, Bamba y Bisli.
Tenemos un país maravilloso. Está bien quejarse y enojarse, especialmente aquellos cuyos medios de vida se vieron afectados por la crisis, aquellos a quienes se les prometieron subvenciones y préstamos de los bancos y aún no han recibido nada.
Esta es la semana más israelí de todas. Comenzando con el Día del Recuerdo del Holocausto, continuando con el Día de los Caídos y culminando con el 72º Día de la Independencia de Israel.
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Soldados de las FDI distribuyen comida en Bnei Brak, una de las ciudades más afectadas por el coronavirus.
(Prensa FDI)
Y la semana más israelí de todas coincidió este año con el mes en que celebramos Pésaj sólo con nuestros núcleos familiares (salvo por unos pocos que se creen superiores a la gente común, y también está bien enojarse por eso).
En varios momentos de este mes, estuvimos enojados con decisiones inexplicables que consideramos arbitrarias, y sin embargo, fue en esos mismos días que presenciamos a Israel en su verdadera belleza.
Fuimos testigos de los equipos médicos en la primera línea contra la epidemia de coronavirus, con frecuencia estando lejos de sus familias los fines de semana y días festivos, algunas veces para estar allí cuando uno de sus pacientes diera su último respiro.
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Israelíes celebran Yom Haatzmaut cumpliendo con la cuarentena desde su balcón en Kiryat Ono.
(TPS)
Vimos a decenas de miles de jóvenes que se ofrecieron como voluntarios para hablar con la gente mayor y con los sobrevivientes del Holocausto en cuarentena, para entregarles alimentos y medicinas directamente desde el corazón.
Vimos cantantes debajo de las ventanas de sus padres o desde la calle en los centros de vivienda asistida. Vimos a los israelíes salir a sus balcones durante la cena de Pésaj para poder cantar canciones festivas todos juntos.
Incluso el mar de Galilea está en ascenso.
Estos son los días para olvidar todas las disputas y recordar lo bueno. Inclinemos nuestra cabeza en honor a los caídos y encendamos una vela en su memoria. Adornemos nuestros balcones con la bandera israelí y celebremos nuestra Eretz Nehederet, nuestro maravilloso país.
Limor Livnat fue ministra de Educación de Israel
