A finales de julio de 2006, durante la Segunda Guerra del Líbano, las FDI atacaron objetivos en la aldea de Kana, matando accidentalmente a decenas de civiles, entre ellos 21 niños. Este acontecimiento fue, en muchos sentidos, el punto de inflexión de la guerra, cuando la administración estadounidense decidió, tras las bajas civiles, instar a Israel a ponerle fin lo antes posible. El ataque con cohetes contra Majdal Shams, que también mató a niños y adolescentes, podría tener el efecto contrario: se espera que intensifique la guerra que se libra desde hace nueve meses en el norte con un perfil relativamente bajo, y la convierta en una guerra mucho más amplia. De hecho, este terrible acontecimiento nos acerca más que cualquier otro día desde el 7 de octubre al borde de una confrontación total entre Hezbolá e Israel.
El cohete disparado por Hezbolá que impactó en el patio de recreo de Majdal Shams es nada menos que un grave accidente operacional de la organización terrorista chiíta. Se puede evaluar con alta certeza que ésta no fue la intención de quienes lanzaron el cohete. Se trata de una aldea drusa donde muchos de sus ciudadanos tienen la ciudadanía siria y se consideran sirios, no ciudadanos israelíes. Muchos residentes de Majdal Shams tienen parientes en Siria y Líbano, y las redes sociales árabes, incluidas las palestinas, han criticado duramente a Hezbolá, afirmando explícitamente que no es una aldea israelí ni judía. Además, el ataque a un parque infantil donde había tantos niños en el momento del ataque y el asesinato de 11 de ellos probablemente intensificará el tono de las críticas en el Líbano y en todo Oriente Medio contra Hezbolá, que ya está recibiendo bastantes críticas en el Líbano y en el extranjero, alegando que está cumpliendo las órdenes de los iraníes en lugar de servir a los intereses libaneses.
Pero ahora el dilema se está trasladando al terreno israelí. Ya sea para reaccionar con dureza, como parece requerir la lógica, contra varios objetivos de Hezbolá -arriesgándonos así a una guerra total- o si nos contenemos a la luz de la situación en Gaza y la guerra en curso allí. Un ataque a gran escala contra Hezbolá y sus objetivos en el Líbano puede sonar como una acción necesaria para muchos en Israel, pero hay que entender el costo de una escalada total y sus consecuencias. Es dudoso que las FDI, en su estado actual, tengan las capacidades y los medios para lograr una victoria rápida en el Líbano, un evento que ni siquiera está a la vista en Gaza. El inicio de una guerra total en el Líbano nos llevará a una guerra difícil que durará muchos meses y probablemente terminará en un alto el fuego, a pesar de las consignas huecas de "victoria total". El frente interno israelí estará bajo un fuego intenso y prolongado todos los días, a cada hora. De nuevo, todo ello mientras se dedican bastantes recursos, humanos y materiales, a la guerra de Gaza, a la que el primer ministro se niega a poner fin o incluso a llegar a un acuerdo para liberar a los rehenes a cambio de un alto el fuego.
Hay bastantes políticos en Israel, incluso en el gobierno, que piensan que hay una solución fácil: atacar al Estado del Líbano y su infraestructura. Es poco probable que esta declaración entusiasme a Hezbolá y a los responsables de la toma de decisiones de Irán, para quienes el Estado del Líbano siempre tendrá la segunda prioridad después de los intereses chiítas de Hezbolá. De hecho, la destrucción del Líbano y de su infraestructura contribuirá en gran medida a crear una creciente dependencia de la población de Irán y Hezbolá en el día después de la guerra.
Al final, incluso después del difícil incidente de Majdal Shams, Israel debe preguntarse qué puede lograr en una guerra total en el Líbano. ¿Cuál será el propósito de tal guerra, si se puede lograr, y cuál es el "plan de salida" de la guerra, y no sólo cuál es el plan de entrada? Sin respuestas claras a estas preguntas, la guerra en el Líbano terminará con nada más que mucha destrucción y muchas muertes en ambos bandos.