En el contexto de una guerra sangrienta en Ucrania nace una oportunidad única para el Estado de Israel: además de una demostración de sensibilidad y generosidad, la absorción de decenas de miles de refugiados no judíos también puede ser una fuente de ganancias financieras.
Nunca tuve abuelos, tíos ni primos. En 1939 todos ellos intentaron escapar del nazismo y un día les informaron que “no había posibilidad de ingresar”. Mis abuelos escaparon a Bélgica y allí fueron traicionados por un grupo de lugareños. Ella murió allí y él fue trasladado en un tren a Auschwitz, al igual que el resto de la familia.
No hay un día que no piense en que todos ellos murieron, excepto mis padres que lograron escapar a la Tierra de Israel justo en el último minuto. Los países que podrían haber abierto sus puertas a los refugiados de guerra y salvar a mi familia cerraron sus fronteras porque permanecieron “neutrales”. Esa neutralidad llevó al asesinato de los que buscaban refugio.
Por eso es muy triste ver qué pasa estos días en Israel. Se aplican “cuotas” a la recepción de refugiados de guerra, y cientos de ellos que viajaron a Israel son deportados hacia lo desconocido. Es cierto que hoy no hay trenes a Auschwitz, pero hay calles con cinco grados bajo cero y no hay medios de subsistencia. Algunos podrían no sobrevivir al invierno.
Además de una demostración de sensibilidad y generosidad, la absorción de decenas de miles de refugiados no judíos también puede ser una fuente de ganancias financieras.
En Israel no solamente entran en juego las cuestiones humanitarias. Hoy, en el estado actual del país, la absorción por dos o tres años de 30 o 50 mil ucranianos que huyen de la guerra, además de los miles de judíos que emigran de manera definitiva, pueden inclusive beneficiar al Estado judío.
Existe una brecha de 140 mil empleos vacantes desde hace meses. Las empresas no logran cubrir puestos en muchas profesiones. El desempleo cayó con fuerza a tasas inferiores a la pandemia de coronavirus. No hay trabajadores en algunas industrias porque a los israelíes no les atrae trabajar por el salario mínimo.
Ingenieros, alta tecnología, limpieza, gastronomía, enfermería y más. Casi todos los refugiados que vienen de Ucrania podrían encontrar en Israel un empleo útil para la economía, que no los convierta en una carga para el presupuesto del Estado. No solo se beneficiarán aquellos que huyen del infierno, algunos de los cuales perdieron sus hogares, familiares o amigos, sino que la economía israelí se impulsará hacia una salida más rápida de la crisis del coronavirus.
Un cierre hermético de las fronteras, acompañado de expresiones vinculadas al Holocausto como “cuotas” y “selección”, provocará el efecto inverso al deseado. Israel se arrepentirá por sus políticas imprudentes y la economía israelí permanecerá estancada. Es una oportunidad que amerita la reflexión del primer ministro y los ministerios de Finanzas, Interior e Inmigración.
