¿Quién construyó las pirámides? ¿Hay pruebas de que fueron los israelíes?
Este es el tipo de preguntas que fascinan a los arqueólogos, historiadores y simples aficionados al mundo antiguo como yo.
Hace poco vi en Netflix un interesante documental titulado Unknown: The Lost Pyramid (Desconocido: la pirámide perdida), que revela asombrosos hallazgos de las excavaciones realizadas en la zona de Saqqara, cerca de El Cairo. La película es protagonizada por los arqueólogos Zahi Hawass, un ex ministro de Antigüedades del gobierno egipcio, y Mostafa Waziri, actual jefe del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto.
Hawass afirma en el film que "es hora de que la historia de los faraones sea investigada por los egipcios y no por eruditos occidentales". Ambos abogan por devolver los tesoros faraónicos a su origen, es decir, a Egipto, y eso parece razonable. Entonces, ¿por qué podría ser malo?
Algunos antecedentes
En el mundo de la investigación está ampliamente aceptado que las pirámides no fueron construidas por judíos o extraterrestres, sino por esclavos locales o trabajadores a sueldo. De hecho, las pirámides se construyeron muchos años antes de que los israelíes pisaran Egipto. Pero en la Torá dice explícitamente qué lugares construyeron los israelitas: "Y edificaron para el Faraón ciudades de aprovisionamiento, Pitom y Ramsés" (Éxodo 1:11).
Los egiptólogos (eruditos que estudian el antiguo Egipto), un campo que ha experimentado importantes avances desde el siglo XIX, no han encontrado pruebas que apoyen la historia de los israelitas en Egipto. Pero no hay por qué perder la esperanza: la arqueología está llena de sorpresas.
Volviendo a la película, el Dr. Hawass sugiere en un momento que todas las pirámides descubiertas representan sólo el 30% de estructuras faraónicas, algo que indica que aún queda mucho trabajo por hacer.
A diferencia del caso en Egipto, los hallazgos arqueológicos en nuestra región confirman gradualmente los detalles descritos en la Biblia. Por ejemplo, el Calendario de Gezer (hallado en 1908) reveló el trabajo agrícola de israelitas. La Estela de Mesha (Jordania, 1868) confirmó la existencia de las tribus de Transjordania oriental y del Reino de Israel. La Inscripción de Siloé (1880) descubrió el momento del asedio asirio a Jerusalem del Reino de Judá. Un siglo más tarde, se encontró otra inscripción en Tel Dan que conmocionó a la arqueología, por ser la primera vez que se mencionaba la "Casa de David".
Así que no se pierde la esperanza al descubrir cada vez más pruebas del pasado bíblico judío en Israel. Lo que hace falta es paciencia y motivación.
La motivación para desenterrar hallazgos que corroboren el texto bíblico fue en su día un componente importante y arqueólogos del siglo XIX y principios del XX eran a menudo cristianos devotos que soñaban con encontrar tesoros ocultos de la época del Antiguo Testamento.
Flinders Petrie, criado en un hogar cristiano devoto, encontró la Estela de Merneptah durante sus excavaciones en Luxor en 1896, en la que figuraba el nombre de "Israel". Este artefacto se asocia con Merneptah, hijo de Ramsés II, que gobernó hasta 1203 a.C. Tras el desciframiento del descubrimiento, dijo emocionado que esta inscripción sería el más famoso de sus descubrimientos.
Sin embargo, nuevos arqueólogos, que aspiran a que la egiptología pase a manos únicamente de Egipto, no tienen motivación alguna para corroborar el relato bíblico y cualquier hallazgo de este tipo perjudica la narrativa palestina.
Por eso, el objetivo de estos egiptólogos es reforzar el orgullo nacional.
Es que la historia faraónica se ha convertido en base clave de la construcción de la identidad nacional egipcia moderna y secular. Según el Dr. Hawass, el presidente Abdel Fattah el-Sisi ha contribuido al desarrollo de la arqueología desde su llegada al poder en 2013, creando incluso un enorme museo.
La herencia faraónica de Egipto es similar al orgullo del Líbano por su historia fenicia, el de Siria por el legado de Zenobia en Palmira, el de Irak por la cultura asiria, el del Irán anterior a la revolución por la cultura babilónica, etc..
En la película, Hawass bromea diciendo que es el Indiana Jones egipcio. Sin embargo, Indiana Jones, un héroe de mi infancia, es un arqueólogo objetivo que respeta la conservación de las antigüedades trasladándolas de regímenes opresivos y retrógrados (nazis, soviéticos) a un museo de Estados Unidos. Por el contrario, Hawass y Zahi pretenden devolver todas las antigüedades egipcias -incluidas las tumbas faraónicas y la Piedra de Rosetta- a Egipto, que, salvo por un periodo tras la "Primavera Árabe", nunca fue democracia.
Según la lógica de Hawass, debería lanzarse una operación a gran escala para devolver los tesoros de Asiria, Babilonia y los faraones a Irán, Irak, Siria, Líbano y Egipto. ¿Es esto lo correcto? Desde una perspectiva moral, hay algo de verdad en la afirmación de que estos tesoros arqueológicos fueron esencialmente robados, y la mayoría de ellos residen en París y Londres.
La afirmación de Hawass de que su devolución a Egipto impulsaría el turismo y contribuiría a la recuperación económica también tiene sentido. Pero los espeluznantes sucesos acaecidos en Medio Oriente en las últimas décadas arrojan dudas: la destrucción de antigüedades por parte de Al Qaeda e ISIS alegando idolatría (como las estatuas de Buda en Afganistán, la tumba de Jonás en Mosul y la devastación de la ciudad de Palmira en Siria), junto con los saqueos en Egipto y Siria durante la Primavera Árabe.
El planteamiento de Waziri y Hawass es esencialmente un intento de islamizar la arqueología, lo que resulta especialmente problemático cuando se trata del estudio de la Biblia. Además, Hawass ha expresado con frecuencia hostilidad hacia Israel y el judaísmo. Waziri, por su parte, afirmó en 2016 que "los judíos etiquetaron a todos los reyes de Egipto como Faraón para que todos fueran considerados malvados". Según él, el Faraón mencionado en la Torá y el Corán era simplemente el nombre personal de un rey malvado cuyo origen no era egipcio en absoluto (esta afirmación es absurda porque muchos reyes egipcios se llamaban Faraón: que significa "Gran Casa" del dios sol).
Hasta ahora, la egiptología sólo ha descubierto una vez el nombre Israel, pero un hallazgo como el de la estela Merneptah de Flinders Petrie podría volver a producirse, incluso en un futuro próximo, si el régimen de Abdel Fattah el-Sisi fomenta las excavaciones.
¿Cómo tratarían los investigadores egipcios los hallazgos relacionados con la historia judía si se topan con ellos?
Antes del acuerdo de paz con Egipto y la seguida retirada de Israel del Sinaí, arqueólogos israelíes descubrieron cerámica en el yacimiento de Kuntillet Ajrud, en el este de la península, con escritura hebrea de los siglos VIII y IX a.C. que llevaba el nombre explícito del Dios de Israel. Sin embargo, según los términos del acuerdo de paz, el Estado judío estaba obligado a devolver los hallazgos al país árabe. Luego, en los disturbios de 2011, estos artefactos fueron saqueados y su destino sigue siendo desconocido.
En Israel, desde noviembre de 1999, el Waqf palestino llevó a cabo excavaciones en los Establos de Salomón, en la esquina sureste del Monte del Templo, sin ningún tipo de supervisión ni permiso de la Autoridad de Antigüedades. La tierra de estos trabajos y de otras excavaciones en el Monte fue arrojada al basurero de la historia, por así decirlo, a vertederos de la zona de Jerusalem como el valle del Cedrón.
Los investigadores israelíes, que posteriormente se dedicaron a cribar la tierra en el vertedero, quedaron horrorizados al descubrir hallazgos del periodo del Primer Templo, como cerámica, puntas de flecha, pesas y otros objetos, algunos de los cuales llevaban inscripciones hebreas de la época.
No sólo es preocupante el desprecio por los hallazgos históricos, sino también la motivación para borrar la historia judía en la Tierra de Israel, incluido el Templo.
En la literatura árabe moderna se utiliza cada vez más el término "Al-Haykal Al-Maz'um" (el Templo Imaginario), una afirmación que sugiere que el Primer Templo y la ubicación del Arca de la Alianza, no son más que una invención judeo-sionista.
La conclusión es que, confiar la egiptología a manos locales, podría ser una mala noticia para los investigadores bíblicos.
(*) Licenciado por la Universidad de la Sorbona de París, investigador, conferenciante y profesor de árabe en el Departamento de Estudios Islámicos y de Oriente Medio de la Universidad de Haifa.