En estos días, el Estado de Israel y sus ciudadanos están en alerta ante la posibilidad de una acción iraní, que se espera que incluya a sus representantes en toda la región. Podemos esperar que nuestro aliado más cercano, Estados Unidos, nos ayude de manera más significativa en defensa. El pasado nos enseña bien que Estados Unidos no dudó en actuar en defensa de Israel cuando se encontraba bajo graves amenazas de sus enemigos: desde la primera Guerra del Golfo en 1991 hasta el ataque con misiles iraníes el 14 de abril de este año. Sin embargo, a diferencia de la última vez, en esta oportunidad algunos de los misiles pueden llegar a su destino. A la luz de esta escalada esperada, Israel necesitará un contraataque masivo, uno que encienda una guerra regional que Estados Unidos está desesperado por evitar.
Sin embargo, hay una manera de adelantarse a este escenario y convertirlo en un camino que fomente la estabilidad en el Medio Oriente y restaure el papel de Estados Unidos como la mayor potencia del mundo. Para allanar ese camino, Estados Unidos no debe esperar el ataque de Irán y unirse a la defensa contra él, sino que debe tomar la iniciativa activa y liderar el ataque. Un movimiento estadounidense tan audaz podría fortalecer el eje liberal-occidental e incluso allanar el camino hacia una paz estable, robusta y duradera en Oriente Medio.
Debemos entender que un ataque estadounidense de este tipo no durará días, sino sólo unas pocas horas, gracias a las tremendas capacidades ofensivas del ejército estadounidense. Los bombarderos estratégicos de largo alcance de Estados Unidos, que llevan bombas demasiado grandes para los aviones de combate F-15 y F-35 israelíes, son capaces de volar a alturas que no pueden ser alcanzadas por los misiles antiaéreos iraníes y no pueden ser detectadas por los radares. De esta manera, Estados Unidos podrá destruir las instalaciones nucleares iraníes y los servicios vitales en una sola noche. Los buques de guerra estadounidenses de la Quinta y Sexta Flotas, inspirados en el bombardeo de las instalaciones petroleras iraníes por parte del presidente Reagan en 1988, serán capaces de incendiar todas las plataformas petroleras de Irán en el Golfo Pérsico. Así, de una vez, Estados Unidos decapitará la cabeza de la serpiente y salvará a Oriente Medio y al mundo entero de la amenaza nuclear iraní.
Por otro lado, en ausencia de una fuerza aérea, una fuerza blindada o una gran armada, Irán no podrá contraatacar a Estados Unidos, pero a lo sumo lanzará ataques terroristas contra objetivos estadounidenses en varios continentes, lo que ya está haciendo.
Es importante enfatizar que al atacar a Irán, los Estados Unidos corregirán la injusticia histórica que han hecho a Israel y al Medio Oriente, fortaleciendo a Irán durante la mayor parte de los últimos 15 años. Hay que recordar que Estados Unidos presionó a Israel para que permitiera que Hamás se presentara a las elecciones palestinas de 2006. Además, al tratar constantemente de retrasar a Israel en sus campañas contra Hamás y Hezbolá, EE.UU. ha hecho creer a nuestros enemigos que el tiempo está de su lado y que pueden rechazar repetidamente las soluciones diplomáticas. En un ataque contra Irán, Estados Unidos neutralizará a nuestros enemigos de esta idea y los llevará rápidamente a la mesa de negociaciones.
Tal vez el logro potencial más significativo que Estados Unidos obtendrá si lidera la ofensiva contra Irán es restaurar su estatus como la mayor potencia mundial. Tal logro podría eclipsar las derrotas estadounidenses en Irak y Afganistán, y enviar un mensaje fuerte e inequívoco a Rusia y China sobre el compromiso de Estados Unidos con Ucrania y Taiwán. No menos importante es que un ataque estadounidense contra Irán abrirá caminos sin precedentes hacia la paz. Las dos conferencias de paz lideradas por EE.UU. en el pasado fueron precedidas por el uso masivo de la fuerza militar en el Medio Oriente. En tal escenario, después de eliminar el mayor obstáculo para la paz en la región, Estados Unidos podría embarcarse en una campaña diplomática para expandir los Acuerdos de Abraham para incluir estados importantes y estratégicos adicionales, e incluso abordar el conflicto israelí-palestino.
Un ataque estadounidense de este tipo contra Irán también podría tener beneficios para el presidente en funciones. Biden puede prometerse a sí mismo un legado de coraje y liderazgo, y ser un ejemplo para las futuras administraciones venideras, tanto demócratas como republicanas. Al atacar a Irán, Estados Unidos no tendrá que "recuperar su grandeza", sino que le mostrará al mundo entero lo grande que es.