Uno de los elementos que caracterizaron la Segunda Intifada fue que, a pesar de lo doloroso que representó ese periodo, la nación se mantuvo en gran medida unida y apoyó a sus dirigentes
El mes pasado se cumplieron 22 años del estallido de la Segunda Intifada. El 28 de septiembre de 2000 comenzó una de las épocas más difíciles y trágicas de la historia de Israel, siendo los atentados suicidas la marca distintiva de esos años. Ahora, al mirar atrás, varios elementos de esta época destacan para Israel como nación y como pueblo.
Uno de los elementos que caracterizaron la Segunda Intifada fue que, a pesar de lo doloroso que representó ese periodo, la nación se mantuvo en gran medida unida y apoyó a sus dirigentes. En este sentido, el contraste con la Primera Intifada es muy marcado.
La Primera Intifada, que comenzó en diciembre de 1987 y duró cuatro años, no fue ni remotamente tan violenta como la Segunda Intifada pero, tras los primeros meses, la opinión pública israelí se dividió significativamente respecto del conflicto. Muchos del centro y la izquierda comenzaron a cuestionar el papel de Israel. Argumentaban que no se podía culpar a los palestinos por recurrir a la protesta y la violencia, ya que Israel –bajo el gobierno dirigido por Yitzhak Shamir– no ofrecía a los palestinos ninguna opción ni esperanza para el futuro. Esas divisiones fueron un reto para el país durante esos años, añadiendo una dimensión interna al conflicto.
La razón por la que nada de esto ocurrió durante la Segunda Intifada es que estalló inmediatamente después de la reunión de Camp David, en la que el primer ministro israelí, Ehud Barak, ofreció a los palestinos una vía para poner fin al conflicto y construir un Estado palestino. Nadie podía afirmar que la terrible violencia palestina contra los civiles israelíes pudiera atribuirse a la inacción de Israel. En consecuencia, Israel estuvo más unido que en muchos años para contrarrestar la Intifada y finalmente detener la violencia.
Relacionado con esto, vale la pena recordar la reacción de la opinión pública israelí tras el cese de la violencia. Hoy en día, cuando el proceso de paz ha desaparecido durante una década, se comenta mucho lo cínica que se ha vuelto la opinión pública israelí con respecto a cualquier esperanza de un avance hacia la paz. Sin embargo, después de la Segunda Intifada, Israel atravesó un período en el que se dieron iniciativas para cambiar la dinámica de las relaciones entre israelíes y palestinos, y el cinismo y la desilusión al hablar de paz aún no se habían apoderado del público.
La retirada unilateral del primer ministro Ariel Sharon de Gaza en 2005 y la amplia oferta de Ehud Olmert a los palestinos en 2008 seguramente tuvieron sus críticos en Israel pero, a pesar de todo lo que había ocurrido a principios de la década –la yuxtaposición de la oferta de Israel a los palestinos abriendo un camino a la paz seguida no por la aceptación sino por el terrorismo–, la opinión pública todavía no se había resentido con la diplomacia creativa.
Mientras tanto, en el lado palestino, el contraste entre las dos Intifadas fue muy marcado, no sólo por el drástico incremento del nivel de violencia en el segundo levantamiento, sino por lo que ocurrió después. Tras la Primera Intifada siguió un periodo de esperanza con los acuerdos de Oslo y la firma de la Casa Blanca. Independientemente de cómo se interpreten esos acontecimientos 30 años después, ésa fue la única vez en que los palestinos parecían avanzar en una dirección constructiva y la Intifada se interpretó como un elemento de esa transformación.
Nada de eso sucedió después de la Segunda Intifada. Hamás se hizo con el control de Gaza en 2007, la Autoridad Palestina no respondió a la Iniciativa de Annapolis de Olmert, y se inició un periodo de estancamiento y desilusión también en el lado palestino.
Por último, está el impacto de la Segunda Intifada en la política israelí. Barak había intentado hacer realidad los sueños de Yitzjak Rabin de alcanzar una paz definitiva y completa con los palestinos. Se encontró con el rechazo y la violencia. Pero incluso cuando los terroristas suicidas hacían estragos en Israel, Barak vio un camino hacia la paz y, en enero de 2001 en Taba, ofreció a los palestinos una solución aún más amplia que la de Camp David.
Tanto como el fracaso de Camp David y el estallido de la segunda revuelta, fue la iniciativa en Taba en medio de la violencia lo que hizo que Barak fuera derrotado por Sharon en las elecciones israelíes de febrero de 2001, un mes después de la reunión de Taba. Fue como si la opinión pública israelí, que apoyó relativamente la primera oferta de Barak en Camp David, no pudiera entender la oferta de Taba, que parecía una recompensa inmerecida a los palestinos por su rechazo y su terrorismo.
Así, Israel eligió a Sharon, el hombre que la mayoría pensaba que nunca podría ganarse a la mayoría de los votantes israelíes.
En resumen, la Segunda Intifada dejó cicatrices en la psiquis israelí, pero nada era inevitable en la dirección que tomó el país después, porque había tendencias que competían entre sí a la luz de estos tensos años y experiencias.
(*) Kenneth Jacobson es vicedirector nacional de la Liga Antidifamación (@ADL_es).