La página web del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania confirma su "relación única con Israel". Esto se debe a la responsabilidad de Alemania en el Holocausto, el genocidio sistemático de 6 millones de judíos europeos bajo el nacionalsocialismo. Luego, continúa diciendo que "desde que establecieron las relaciones diplomáticas ... la relación entre los dos países se profundizó y fortaleció continuamente, tanto a nivel oficial como en el ámbito de la sociedad civil", y añade que "la naturaleza única de las relaciones germano-israelíes es una piedra angular de la política exterior alemana".
Además, identifica al Instituto Goethe y al Yad Vashem de Israel como piedras angulares de la "cultura del recuerdo" de Alemania.
Puede que todo esto sea cierto en el mundo virtual, pero los hechos sobre el terreno pintan un panorama diferente y profundamente preocupante.
El Instituto Goethe, principal órgano cultural del gobierno alemán, anunció que iba a convocar en Tel Aviv (Israel) una mesa redonda sobre el Holocausto, la Nakba y la cultura conmemorativa alemana, bajo el título "Asumir el dolor de los otros". La fecha elegida fue el 9 de noviembre, aniversario del pogromo de la Noche de los Cristales de 1938 que sentó las bases del Holocausto nazi.
El anuncio provocó protestas de sobrevivientes y grupos judíos del mundo, incluido el Centro Simon Wiesenthal. De hecho, se instó al primer ministro israelí, Yair Lapid, hijo de un superviviente del Holocausto, a que exigiera la cancelación del acto.
En respuesta a la tormenta de protestas, el Instituto Goethe se disculpó por convocar el acto en la Noche de los Cristales, pero no por acoger el panel. De hecho, en lugar de cancelarlo, lo trasladó al 13 de noviembre.
Esa decisión fue tan exasperante y preocupante como el anuncio original.
Resulta que el anfitrión sólo se sintió avergonzado por la elección de la fecha, y sigue comprometido con la tesis subyacente del programa: que se puede conectar la Nakba con la Shoá.
Eso encaja bien con una mentira alimentada y ahora arraigada, creída por millones de alemanes y europeos, de que lo que los nazis hicieron a los judíos en las décadas de 1930 y 1940, el Estado judío lo está infligiendo ahora a los palestinos en 2022.
En otras palabras, los israelíes son los nazis de hoy.
El hecho de que la entidad cultural clave del gobierno alemán se sienta totalmente cómoda acogiendo un evento patrocinado por la Fundación Rosa Luxemburgo, con un programa que seguramente abrirá las compuertas de la distorsión e inversión del Holocausto, es un profundo motivo de alarma.
Este comportamiento se burla de la memoria de la Shoá y hace un flaco favor a los palestinos al establecer una narrativa que presenta la propaganda perniciosa como un discurso serio.
Si los israelíes y los sionistas son los nazis de hoy, deberían ser atacados en las calles de Berlín, Londres y Los Ángeles. Hasta los alemanes pueden leer que el año pasado hubo otro aumento del 29% en los delitos antisemitas en sus ciudades: 3.027, para ser mas exactos, en 2021.
Pero, ¿por qué deberían preocuparse? Después de todo, ellos no estaban vivos durante la Segunda Guerra Mundial, y mucho menos vinculados personalmente al Holocausto nazi.
En 2022, las ONG de derechos humanos como Amnistía Internacional pintan a Israel como un Estado de apartheid y se da rienda suelta a los diplomáticos antisemitas para que elaboren resoluciones unilaterales contra Israel en el Consejo de Derechos Humanos y la Asamblea General de la ONU. Mientras tanto, la élite cultural alemana, en lugar de unirse a los ciudadanos judíos asediados, dio luz verde y defendió una prestigiosa exposición de arte plagada de desagradables estereotipos antisemitas.
Y los judíos alemanes se despertaron en el aniversario de la Kristallnacht con esta pegadiza campaña en la app de KFC: "Día conmemorativo de la Reichspogromnacht [Noche de los Cristales]: Date el gusto de comer más queso tierno con el pollo crujiente. Ahora en KFCheese".
Por otro lado, ¿alguien se pregunta por qué un destacado líder judío alemán acaba de anunciar que ya no puede vivir en Alemania? Hasta se marchó a Israel e instó al resto de los judíos alemanes a seguirlo.
Es un pequeño consuelo que Dani Dayan, presidente de Yad Vashem, haya tenido que intervenir personalmente ante el secretario general del Instituto Goethe para cancelar el evento por completo.
Antes de que sea demasiado tarde, es hora de que la élite política y cultural de Alemania denuncie a los que facilitan la demonización de los israelíes; es hora de hacer que los antisemitas rindan cuentas de sus actos y crímenes, ya sean neonazis de extrema derecha, islamistas u odiadores de judíos.
Es hora de poner fin a las exhibiciones antisemitas flagrantes que disfrazan el odio pornográfico a los judíos de libertad artística; es hora de que todos los estados, ciudades y municipios alemanes adopten y apliquen plenamente la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto; y de que respalden la votación del Bundestag que calificó de antisemita al movimiento anti-paz Boicot, Desinversión y Sanciones.
Durante décadas, Alemania e Israel y los judíos de todo el mundo trabajaron duro para reconstruir las relaciones entre pueblos tras el Holocausto. Pero, ¿dónde están hoy las voces alemanas que reprenden a quienes demonizan a los sionistas como nazis en su país, y que se pronuncian ante la negación en serie de la Shoá por parte del régimen iraní? ¿Dónde está la muestra pública de solidaridad con los judíos?
Ocho décadas después del Holocausto, Alemania debe conectar a las generaciones más jóvenes con la autodeclarada cultura de la memoria de la nación, o un día no muy lejano se despertará para ver cómo se hace realidad el sueño de Hitler de una Alemania Judenfrei, libre de cualquier judío.