Una delegación de importantes figuras de Hamás aterrizó días atrás de manera inesperada en Moscú, a partir de una invitación oficial del gobierno ruso. Se trata de un encuentro particularmente interesante en función de la realidad que atraviesan las partes: mientras Hamás está envuelto en una confrontación con Israel por la mezquita de Al Aqsa, Rusia invadió Ucrania y se encuentra en medio de una guerra.
Está claro que la intención de Rusia es acercarse a la opinión pública árabe e islámica. Pero, aunque los regímenes árabes se identifiquen con Moscú, este apoyo no vale nada porque no cuenta con una base popular. Además, la invitación a una delegación que Estados Unidos considera como una organización terrorista desnuda el interés ruso de confrontar con Washington y Occidente.
Aunque la visita fue sorpresiva, funcionarios de Hamás afirman que el viaje obedeció a una invitación antigua, y que no está directamente relacionada con las tensiones del conflicto israelí-palestino, en aumento durante el mes de Ramadán; ni por las tensiones diplomáticas entre Rusia e Israel por las declaraciones del canciller ruso Sergei Lavrov, quien afirmó que “Hitler tenía sangre judía”.Curiosamente, la disculpa por estos dichos del presidente ruso Vladimir Putin ante el primer ministro israelí Bennett coincidió con la visita de la delegación de Hamás a Moscú.
No cabe duda de que Rusia busca acercarse a la opinión pública árabe e islámica, y convoca a Hamás como símbolo de un movimiento palestino central. Pero es imposible ignorar el hecho de que Rusia está ocupando Ucrania, del mismo modo que Israel ocupa Palestina. Utilizar la carta palestina para encubrir una política equivocada e inaceptable subraya la naturaleza tiránica del gobierno ruso, que trata de sacar provecho a expensas de los palestinos.
La intención de Rusia es acercarse a la opinión pública árabe e islámica. Pero, aunque los regímenes árabes se identifiquen con Moscú, este apoyo no vale nada porque no cuenta con una base popular.
El reconocimiento ruso de la importancia de Hamás en el mundo palestino, árabe e islámico lo fortalece como movimiento dominante entre los palestinos. Hamás gobierna a la mitad del pueblo palestino, que vive dentro de la Franja de Gaza, y disfruta de un apoyo similar en Cisjordania y la diáspora palestina, especialmente por la incapacidad de la Autoridad Palestina en Ramallah.
Hamás entendió el trasfondo cínico de la invitación rusa, pero era inconcebible que altos miembros del movimiento rechacen el viaje. La visita se concretó luego de que Israel expresó sus reservas sobre la invasión rusa, críticas que incluyeron duras declaraciones del canciller Yair Lapid por los crímenes de guerra de Rusia en Bucha. Por eso las consideraciones políticas de la invitación a Hamás son imposibles de ignorar.
En otras palabras, Rusia camina sobre una delgada línea entre israelíes y palestinos, en la que trata de encontrar una fórmula que fortalezca su posición como potencia a pesar del aislamiento que propone Occidente. Por eso el apoyo a la causa palestina no implica romper su vínculo o debilitar su relación con Israel. El objetivo ruso es buscar adhesiones árabes e islámicas, y al mismo tiempo desafiar a Occidente. Por un lado invita a Hamás, por el otro mantiene con Israel la coordinación de seguridad en Siria.
Hamás no renunciará a su proximidad con Rusia y es posible que sus principales funcionarios vuelvan a visitar Moscú. Voces en Israel sostienen que esta manifestación pública de apoyo a los palestinos es simplemente una maniobra de la boca hacia afuera con fines de propaganda, pero que no dañará ni afectará negativamente a Israel.
¿Este movimiento traerá buenas noticias a los palestinos? Es dudoso. El apoyo de un ocupante a un ocupado es un hecho demasiado cínico como para brindar esperanzas. Y no hay dudas de que los intereses rusos son los únicos que se imponen en las acciones de Moscú.
*Majed Azzam es un periodista palestino. El artículo original fue publicado en The New Arab.