“Israel puede llegar a cumplir y lograr cualquier objetivo, siempre y cuando éste se encuentre en un camino adecuado que conduzca a un Estado judío, democrático, seguro y moral”, expresó hace un mes Amos Yadlin, General Comandante retirado y director del Instituto de Estudio de Seguridad Nacional (INSS) de Tel Aviv, en un congreso virtual sobre las consecuencias de una posible anexión de Israel en territorios de Cisjordania.
Mientras el mundo se enfrenta al COVID-19 y a la crisis económica que trae consigo, en el inestable Medio Oriente el conflicto “eterno” entre israelíes y palestinos vuelve a ser tapa de periódicos. ¿Cuál es el motivo? La posible implementación de la soberanía de Israel en parte de los territorios en Cisjordania, fomentado por el “Acuerdo del Siglo” del presidente Trump.
Es muy importante destacar que todavía no existe una decisión parlamentaria sobre el tema, y eventualmente sobre cuáles serían los territorios en donde Israel impondría su soberanía y ley. Lo que sí sabemos es que el gobierno de Israel está presionado para tomar una decisión antes de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, que se celebrarán en noviembre.
¿Cuáles serían las consecuencias de una posible implementación de la soberanía israelí en parte de los territorios de Cisjordania? Si Israel llegase a imponer su soberanía, y con esto imponer su ley como Estado judío y democrático en parte de Cisjordania, produciría un efecto dominó negativo en la región, el cual llegaría también a las mismas comunidades judías en la diáspora.
Desde el punto de vista estratégico y de seguridad, son muchos los motivos que le juegan en contra al Estado de Israel. A continuación, algunos puntos que afectarían a Israel si llevara a cabo una anexión e imposición de ley:
* ¿Fin del “Sheket”? (silencio): Desde finales de la segunda intifada (2000-2005), israelíes y palestinos lograron un nuevo statu quo que les permite a ambos convivir y dialogar. El “Sheket” produjo un crecimiento económico importantísimo para la Autoridad Palestina (AP) en las últimas décadas y habilitó la cooperación entre las fuerzas de seguridad de la AP e Israel. Este silencio permite que ambas partes puedan seguir avanzando, dialogar y por sobre todo mirar un horizonte en conjunto.
Una posible anexión podría provocar una nueva inestabilidad entre palestinos de Cisjordania e israelíes. Fomentaría levantamientos populares en contra de la anexión que terminarían con esta tranquilidad.
* Debilitamiento de la Autoridad Palestina: Así como se negó a tratados anteriores, la Autoridad Palestina se negó desde un principio al plan de paz de Estados Unidos. Una decisión unilateral por parte de Israel en imponer soberanía en parte de Cisjordania dejaría a los líderes palestinos en una situación de debilidad. Perderían fuerzas y legitimidad como gobierno sobre los palestinos que viven en Cisjordania (3 millones). Dejaría al Fatah, el partido más grande y gobernante en la AP, casi sin crédito para reaccionar.
Si llegase a debilitarse por completo la AP, y esta llegase a “desarmarse”, ¿quién se haría cargo de los 3 millones de palestinos que viven en Cisjordania? ¿Quién asumiría la responsabilidad de estos? ¿Acaso Hamas o algún otro grupo extremista radical tomará el control de Cisjordania? La anexión de territorios (no de los bloques territoriales en donde viven la mayoría de los judíos en Cisjordania) sería como darle una “cachetada” a la AP, que quedaría muy golpeada.
* Unificación del pueblo palestino, ¿Intifada III?: El pueblo palestino está divido en dos: aquellos que viven en la Franja de Gaza (casi 2 millones) y gobernados por el grupo islamista radical Hamas, el cual fomenta terror y no reconoce al Estado de Israel; y aquellos que viven en Cisjordania, gobernados por la ya mencionada Autoridad Palestina. La posible implementación de la soberanía de Israel podría llevar a unir ambas partes, pero con un propósito diferente de “luchar”.
Levantarse contra el Estado de Israel, fomentando y llamando a una nueva intifada (levantamiento popular). No sería lo mismo que se vivió en la Segunda Intifada, pero declarando la soberanía en partes de estos territorios, ¿no estarían fomentando días que no queremos recordar?
* Tratado de Paz con Jordania en riesgo: Parte del “sheket” se explica por el “rico” diálogo con la monarquía jordana y los intereses mutuos entre ambos estados. Si uno observa el mapa de Jordania, y se enfoca en sus límites, podremos ver que llega a limitar con Irak y Siria. ¿Qué quiere decir esto? Israel hoy no solamente tiene tranquilidad estratégica en el Valle del Jordán, sino que también cuenta con una profundidad estratégica hasta Irak. Esto siempre y cuando siga manteniendo la misma relación con la familia Hussein de Jordania.
El 60% de los jordanos son de descendencia palestina. Una posible anexión e imposición de ley en territorios de Cisjordania podría también afectar a la monarquía jordana y hasta peligrar la corona. El Rey Hussein entiende este peligro y Jordania se opuso públicamente a cualquier tipo de anexión. Existe ya una frontera occidental segura para Israel, se llama Jordania, y la posibilidad de que se cancele el acuerdo de paz traería un nuevo capítulo para Medio Oriente y un deterioro en la región.
* Estados árabes de la región: en las últimas décadas el Estado de Israel se ha podido acercar a diferentes estados árabes de la región, de los cuales algunos en el pasado no reconocían a Israel como un Estado legítimo. Intereses y enemigos mutuos dieron a entender la importancia de establecer alianzas para fortalecer un orden en Medio Oriente. Una posible anexión podría provocar que estas alianzas y diálogos caduquen, y así Israel convertirse nuevamente en una isla solitaria de la región.
* La verdadera amenaza iraní: el único país que declara y llama a la destrucción de Israel es Irán. Enfocarse en una posible anexión de Cisjordania le daría a Irán “luz verde” para seguir adelante con sus ideales. Israel no tiene que dejar de entender dónde está su verdadera amenaza: el impedimento del avance de fuerzas chiitas iraníes en la región y evitar levantamientos de grupos terroristas como Hezbollah. Además, debe seguir luchando en conjunto con los países de la región (Egipto, Jordania, Arabia Saudita, Omán, Emiratos Árabes Unidos) para impedir que Teherán logre tener armas con tecnología nuclear. Irán, con tecnología nuclear, podría crear un Medio Oriente mucho más peligroso.
* Economía: si llegara Israel a imponer su soberanía en partes de Cisjordania obligaría al Ministerio de Seguridad y el ejército israelí a implementar una nueva estrategia: crear y levantar una nueva frontera (valla de seguridad), establecimiento de nuevas bases y presencia militar. En términos de presupuesto para un país, esto no es poco. Se trata de invertir miles de millones en el medio de una pandemia que trajo una crisis económica mundial. ¿Es realmente lo que Israel necesita hoy? ¿No habrá otros proyectos en los cuales invertir en medio de una incertidumbre global?
* La comunidad internacional. Naciones Unidas, la Unión Europea y el Tribunal Penal de La Haya ven la anexión como un acto ilegal y no reconocerán la soberanía de Israel. Estos organismos ven a los territorios de Cisjordania como territorios conquistados por Israel desde la Guerra de los Seis Días en 1967. La comunidad internacional advirtió con tomar medidas en el caso de una anexión por parte de Israel. Estas medidas podrían ser embargos económicos o culturales (intercambio de estudiantes), y hasta podría afectar severamente a las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU. La posible anexión dejaría nuevamente a Israel en un campo diplomático “desértico”.
La comunidad internacional empezó a entender ya hace algunos años que la responsabilidad del conflicto también es de los líderes palestinos, quienes muchas veces aparentan no querer erigirse como un Estado. La imposición de ley le daría mucho crédito diplomático a la Autoridad Palestina para seguir jugando el rol del “pequeño David” y volcar toda responsabilidad del conflicto al lado israelí.
* Comunidades judías en la diáspora. Alimentaría el antisemitismo y fomentará levantamiento de más movimientos como el BDS, que se oponen a la legitimidad del Estado judío. Además, algunas comunidades dejarían de apoyar abiertamente al Estado de Israel y esto provocaría otro impacto económico en el mundo sionista e instituciones como la Agencia Judía.
En síntesis, el impacto de una anexión podría traer un efecto dominó negativo en la región y hasta debilitaría al Estado de Israel en el campo diplomático. La Autoridad Palestina podría salir muy debilitada y con esto provocar un nuevo levantamiento popular (intifada). El efecto sería muy diferente, y menos violento si solamente se imponga la soberanía y ley israelí en los bloques territoriales que representan solamente el 6% de los territorios y en donde viven las mayorías de los judíos en Cisjordania. La carrera por la presidencia en Washington marca el ritmo del gobierno e impulsan al primer ministro Benjamín Netanyahu a acelerar la anexión. Lo que si queda claro es que sea en medio año o en cuatro años y medio, el gobierno de derecha de Israel y los demócratas de los Estados Unidos tendrán que sentarse nuevamente a dialogar.
Como cierre, queda preguntar qué le daría al Estado y a la sociedad israelí una posible anexión de territorios. ¿Qué cambiaría? ¿En qué enriquecería a la sociedad? ¿Acaso faltan tierras para poblar? Una posible anexión de territorios sería un camino del cual será muy difícil volver. Puede que sea un camino incorrecto como sociedad que quiere formar, educar, y por, sobre todo, como Estado que elegimos seguir construyendo para las futuras generaciones. Una posible anexión podría cambiar la esencia de esta nación: un Estado judío, democrático, seguro y moral.