Binyamin Ze'ev Herzl
Binyamin Ze'ev Herzl
Foto: Ephraim Moshe Laylin
La bandera israelí

Del estado judío a la teocracia judía

Opinión: basar las leyes, políticas y acciones de un estado en un sistema subjetivo como la religión puede sonar irracional, pero es hacia donde se dirige Israel, según lo demuestran las últimas elecciones.

Dr. Samuel Peleg, Adaptado por Mark Mysler |
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Las recientes elecciones en Israel destacaron la brecha entre la gente que quiere que nuestro país sea un estado religioso judío y aquellos que quieren que sea secular.
Este asunto ha estado al frente del discurso israelí desde 1996. Pertenezco al campo que cree que Israel debería ser un país laico, ya que la otra opción parece peligrosa, antidemocrática y carente de bases conceptuales o morales en todos los aspectos del gobierno.
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La bandera israelí
La bandera israelí
La bandera israelí
(Foto: Shutterstock)
Empezaré por el aspecto conceptual. Un estado es un término objetivo compuesto por un territorio marcado por fronteras, personas que ocupan ese territorio y su soberanía, que es la relación entre el gobierno y las personas que le dan legitimidad.
Todos los que viven dentro del estado, que pagan impuestos, contribuyen a la economía y posee ciudadanía, tienen una participación en ese país, y el país a su vez tiene una participación en su gente. El término “ciudadanía”, que saltó a la fama después de la Revolución Francesa en 1789, es el igualador entre todos los que viven en un país.
La religión es un término subjetivo que tiene que ver con las creencias internas de los individuos. Aunque tiene un significado y características sociales, es principalmente un término individual vinculado con la creencia privada y el autogobierno entre el individuo y un poder superior.
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Hombre otrodoxo votando en elecciones israelíes
Hombre otrodoxo votando en elecciones israelíes
Hombre otrodoxo votando en elecciones israelíes
(Foto: EPA)
Por lo tanto, el término “estado judío” es un oxímoron: un estado, al ser un órgano de gobierno que no debe diferenciar o discriminar entre personas o grupos en función de sus preferencias personales, no puede describirse a través de criterios subjetivos.
La nacionalidad es otro término subjetivo, que se utiliza para ubicar a las personas en ciertos grupos según la historia, las festividades, las banderas o los himnos. De la misma manera, la cultura es una fuente subjetiva para la formación de la identidad, a partir de las costumbres, la gastronomía o la vestimenta.
Un estado es un sistema de burocracia, reglamentos, reglas y leyes, que tiene como objetivo salvaguardar a las personas que lo ocupan. Si estos objetivos están dirigidos o fijados por criterios subjetivos como la religión, la cultura o la nacionalidad, seguramente habrá desigualdad y discriminación.
Estados Unidos es un país sin religión, nacionalidad o cultura unificada. Los Estados Unidos contienen muchas nacionalidades, culturas y religiones, en las que ninguna tiene derecho a reclamar la propiedad del territorio, la ciudadanía o la soberanía.
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Inmigrantes etíopes llegando a Israel
Inmigrantes etíopes llegando a Israel
Inmigrantes etíopes llegando a Israel.
(AFP)
Por eso, un estado dirigido por principios objetivos de ciudadanía e igualdad ante la ley, se enfoca en tratar de conectar y cerrar las brechas entre todos los diferentes grupos dentro de él.
Estos intentos incluyen el encuentro, la comprensión y la aceptación de los diferentes pueblos, la creación de órganos de gobierno para resolver las diferencias, la construcción de sistemas educativos que incluyan y socialicen a todos los grupos del país y el llamado a la empatía y la tolerancia entre todos para mantener la solidez y la estabilidad de la nación.
Un Estado que se base en principios subjetivos será nepotista y discriminatorio y estara dividido. Siempre favorecerá a un grupo o religión, nacionalidad o cultura frente a las demás, y estará desprovisto de los principios necesarios para fortalecer y estabilizar su existencia.
De hecho, lo contrario es cierto: tal estado creará tensiones y rupturas irreparables, lo que lo desestabilizan y harán que su gobierno sea por naturaleza antidemocrático y draconiano.
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Inmigrantes ucranianos llegando a Israel
Inmigrantes ucranianos llegando a Israel
Inmigrantes ucranianos llegando a Israel.
(Yariv Katz)
Seguir llamando a Israel un “estado judío” no es una alternativa al ethos de Israel, sino un perjuicio. El espacio público que proporciona el Estado, pertenece por igual a todos los que habitan en él.
Israel es el estado de los judíos, incluidos aquellos que quieran emigrar y vivir en él por motivos de persecución antisemita, por ejemplo.
Pero no es un estado “judío”. Esta diferencia es importante. En el caso de tal estado, el énfasis está en las personas, la sociedad y los judíos que viven en él. Son la mayoría, pero no son los únicos dentro de ella.
En un estado “judío” el énfasis está en el estado. Y si el Estado es judío, también deben serlo las leyes, los reglamentos y los procedimientos. Por lo tanto, todo el que no es judío se convierte en un ciudadano de segunda clase, un extranjero y un peligro.
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Binyamin Ze'ev Herzl
Binyamin Ze'ev Herzl
Binyamin Ze'ev Herzl
(Foto: Ephraim Moshe Laylin)
Binyamin Ze'ev Herzl llamo a su libro "El estado de los judíos", no "El estado judío". Su cuarto capítulo trata sobre la separación entre religión y estado. Este es el tema principal que se planteó en las últimas elecciones y que está en el centro de todos los demás conflictos en la política israelí, de alguna u otra forma.
Los dos ejemplos más claros de estados completamente definidos por la religión son Arabia Saudita e Irán. No hay separación entre religión y estado allí. No existe estado alguno allí, ya que todo fue absorbido por la religión.
La ley es religiosa, al igual que la nacionalidad y la cultura. ¿Es aquí hacia dónde se dirige Israel? Las últimas elecciones ciertamente lo indican.
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