Las últimas dos festividades que fueron agregadas al calendario judío, antes de tiempos modernos, Purim y Janucá, son sobre el antisemitismo. Pero hay una diferencia obvia entre ellas: Amán, de la historia de Purim, quería matar judíos. Antiojus, de la historia de Janucá, quería matar al judaísmo. Era la diferencia entre la Alemania Nazi y el comunismo soviético.
Pero hay otra diferencia que cobra importancia tras el ataque en Monsey. Lo que salvó a los judíos en Purim fue la influencia secreta de Ester en la corte real. Pero el peligro del antisemitismo permaneció. ¿Y si el odio regresa y no hay una Ester para salvar a los judíos? Ese es un motivo, según el Talmud, por el que no decimos Halel en Purim.
En Janucá, los judíos lucharon y ganaron. Los macabeos se convirtieron en un ícono del activismo judío, del rechazo a vivir con miedo. Como símbolo de esto, la costumbre original era iluminar velas en la puerta o las ventanas de la casa para publicitar el milagro. Hoy, vemos las luces en inmensos menorás en los lugares más prominentes de ciudades de todo el mundo.
Janucá nos dice que no temamos a la oscuridad, sino que llevemos luz al mundo. Nos dice que luchemos y no tengamos miedo.
Los aterradores eventos en Monsey y otros lugares son prueba de que la oscuridad ha regresado a Estados Unidos y a casi todo país de Europa. El que esto haya ocurrido habiendo pasado tan poco tiempo desde el Holocausto, tras el mayor intento llevado a cabo por una civilización para encontrar una cura al virus del odio más antiguo del mundo, es casi increíble. Es particularmente traumatizante que esto haya ocurrido en Estados Unidos, donde los judíos de la diáspora se sienten en su hogar más que en cualquier otro lugar.
¿Por qué esto está ocurriendo ahora?
Primero, por todo lo asociado a internet, smartphones, videos virales y, sobre todo, las redes sociales. Estas tienen lo que se conoce como “efecto desinhibidor”. La gente expresa mayor odio cuando se comunica electrónicamente que cuando lo hace cara a cara.
Segundo, por la forma en que las personas encuentran estos fenómenos: usualmente solas en la privacidad de sus hogares. Esto permite que sean radicalizadas sin que nadie se entere. Una y otra vez leemos sobre personas cometiendo ataques horrorosos, mientras que aquellos que las conocían no recuerdan haber visto signos de lo que eran capaces de hacer.
Históricamente, el factor más importante en el surgimiento del antisemitismo es la sensación de un grupo de que el mundo no es como era o como debería ser. La extrema izquierda no se ha recuperado del colapso global del comunismo y el socialismo como ideologías, por lo que atacan a los judíos como capitalistas y libertarios, mientras que la extrema derecha se siente amenazada por los cambios en la composición de las sociedades occidentales, surgiendo así el supremacismo blanco. Y muchos islamistas radicales se preocupan por los problemas del mundo musulmán, por lo que el antisionismo surge como el nuevo antisemitismo.
Estos temas no llevan por sí solos al antisemitismo. Se debe agregar otro factor: cuando pasan cosas malas, la gente buena se pregunta qué hizo mal, mientras que la mala se pregunta quién le hizo un mal. Creen que son víctimas y buscan chivos expiatorios, y los chivos expiatorios por mucho tiempo han sido los judíos.
El antisemitismo, o cualquier odio, se vuelve peligroso en una sociedad cuando ocurren tres cosas: cuando llega a un partido establecido y a su liderazgo, cuando el partido ve que su popularidad con el público general no se ve dañada y cuando aquellos que protestan son denigrados y atacados por hacerlo.
Esos tres factores existen en Gran Bretaña. No debe permitirse que ocurra lo mismo en Estados Unidos.
Entonces, ¿qué debemos hacer? La prioridad debe ser reforzar la seguridad en eventos judíos, intensificar patrullas policiales y desarrollar hábitos de vigilancia para que no haya blancos fáciles. Luego, debemos reconocer que, aunque tenemos enemigos, también tenemos muchos amigos fuertes que nos apoyan y nos hacen sentir que no estamos solos. Finalmente, no debemos olvidar el mensaje de Janucá: luchar, no tener miedo y sentir orgullo de ser judíos.
En ocasiones nuestra historia fue escrita con lágrimas, pero hemos sobrevivido a todo imperio y civilización que ha buscado destruirnos. Nuestro espíritu, simbolizado por las velas de Janucá, es indomable. Cuando otros propaguen la oscuridad, llevemos la luz.
