El presidente Donald Trump está atrasado en su tan esperado anuncio sobre si Israel debe afirmar su soberanía o anexar comunidades judías en Cisjordania, un área conocida como Judea y Samaria por muchos cristianos evangélicos y sionistas religiosos.
Hace más de cuatro semanas, en una conferencia de prensa junto al primer ministro Benjamin Netanyahu, el presidente de Estados Unidos respondió a la pregunta de un periodista afirmando que su administración revelaría su política "en unas cuatro semanas". Ese cronograma ya pasó, pero fuentes dentro de su círculo íntimo, hablando con The Media Line, sugieren que el presidente de Estados Unidos probablemente apoyará la medida.
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Donald Trump y Benjamín Netanyahu. El presidente de Estados Unidos apoyaría la anexión de Cisjordania.
(Alex Brandon, AP)
El plan de paz del "Acuerdo del siglo" del presidente Trump ya respaldó la anexión de hasta el 40% del Área C a Israel. Además, el mes pasado, comentó que Israel es "un pedazo de tierra muy pequeño", lo que implica preocupaciones sobre sus limitaciones territoriales cuando se le preguntó sobre la anexión en Cisjordania.
A medida que aumenta la anticipación, todos los ojos están puestos en la Casa Blanca para lo que podría ser un cambio fundamental en la política de Estados Unidos hacia la región.
En Israel, un número significativo de legisladores apoya la medida. El mes pasado, el presidente de la Knesset, Amir Ohana, respaldó los llamados para que Jerusalem extienda su soberanía sobre Cisjordania, argumentando que el control total sobre el territorio era la "única manera" de lograr la paz en la región.
"Estas partes bíblicas y originales de nuestra tierra, que en la Biblia cuenta la historia de nuestro pueblo, están destinadas a nosotros, al pueblo de Israel, deben estar en el territorio del Estado de Israel, bajo la propiedad de Israel, bajo la plena soberanía israelí", señaló Ohana.
Anteriormente, el diputado Dan Illouz dijo a The Media Line, en el marco de la Conferencia B'Sheva de Jerusalem, que entregar cualquier parte de Cisjordania a los palestinos sería "suicida", advirtiendo que podría convertirse en un bastión terrorista, al igual que Gaza antes del 7 de octubre.
Ya se han presentado varias propuestas legislativas, incluida la de Illouz, que abogan por la soberanía israelí o, al menos, apuntan a impedir el establecimiento de un Estado palestino en estas zonas.
Más allá de la esfera política de Israel, los líderes cristianos que jugaron un papel clave en la reelección de Donald Trump también están presionando por la soberanía.
La semana pasada, una delegación de líderes cristianos visitó Israel para lanzar la Conferencia de Presidentes (COP) de Organizaciones Cristianas en Apoyo a Israel. Entre sus principales prioridades políticas está el respaldo a Judea y Samaria, que Ralph Reed, fundador de la Coalición de Fe y Libertad, describió como el "Cinturón de la Biblia" de Israel.
"Los cristianos que creen en la Biblia creen con los judíos que creen en la Biblia que éste es el corazón bíblico", dijo Trey Graham, pastor principal de la Iglesia First Melissa en Texas, a The Media Line. "Es la tierra de la Biblia: Abraham, Abraham, Isaac, Jacob, David, Jesús, todos ellos, y por lo tanto es y debe ser parte de Israel, y ése es el pacto de Dios dado a Abraham, repetido de generación en generación. No hay debate bíblico de que éste es el corazón bíblico y debería ser parte de Israel. Dios lo dijo".
Sin embargo, Graham reconoció que los desafíos podrían estar en los ámbitos legal, político y diplomático.
Muchos líderes colonos no están interesados en discutir los desafíos de la soberanía, incluido Yishai Fleisher, portavoz internacional de la ciudad judía de Hebrón. Recordó a The Media Line que cuando Estados Unidos anunció que trasladaría su embajada de Tel Aviv a Jerusalem, docenas de líderes mundiales llamaron al presidente y le advirtieron que podría estar iniciando la Tercera Guerra Mundial. En cambio, la medida fue recibida con silencio, y desde entonces un puñado de otros países han seguido su ejemplo.
"Estamos ofreciendo el fin del conflicto" con la soberanía, dijo Fleisher. "Estamos ofreciendo a los árabes una vida decente. Vivimos en una era trumpiana. Israel tiene que igualar la velocidad que Trump está ofreciendo". agregó.
El plan de paz del presidente Trump, que promocionó durante su primer mandato, fue rechazado por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, antes de la firma de los Acuerdos de Abraham. Como resultado, es probable que ese plan ya no esté sobre la mesa, dijo Harel Chorev-Halewa, investigador del Centro Moshe Dayan de Estudios de Oriente Medio y África de la Universidad de Tel Aviv.
Entonces, ¿qué opciones quedan? Graham dijo que nadie lo sabe completamente.
Explicó que si bien el liderazgo del presidente de EE.UU. habla en "términos generales", se deben elaborar miles de detalles si el presidente hace un anuncio tan importante.
"No se ha dado a conocer al público ningún plan, por lo que no sabemos dónde se aplicaría", acotó Graham.
Cisjordania está dividida en tres zonas en virtud de los Acuerdos de Oslo. La zona A está bajo pleno control palestino. La zona B está bajo administración civil palestina con control de seguridad israelí. La zona C está bajo control total de Israel.
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El mapa de Cisjordania y el control de los territorios en cada una de las áreas.
(Gentileza)
Fleisher y otros líderes colonos abogan por extender la soberanía israelí sobre las tres áreas. Bajo este escenario, la Autoridad Palestina sería desmantelada e Israel asumiría la gobernanza. Sin embargo, en lugar de conceder la ciudadanía israelí a los 3 millones de palestinos que viven allí, se convertirían en residentes. Recibirían todos los servicios israelíes y se les permitiría votar en las elecciones locales, pero se les prohibiría votar en las elecciones nacionales. Fleisher dijo que esta medida tiene como objetivo preservar la mayoría demográfica judía de Israel.
Fleisher también argumentó que Israel debería primero eliminar las influencias jihadistas en la región prohibiendo el extremismo, similar a las leyes de los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Los controles de seguridad garantizarían que sólo aquellos que no apoyan el jihadismo puedan permanecer, mientras que otros serían alentados a reubicarse.
"Crearíamos un programa para ayudarlos a someterse a un reasentamiento voluntario", explicó Fleisher. "Esta no es una mala idea. La gente que quiera ser residente pro-israelí del Estado de Israel se quedará", añadió.
La propuesta de Fleisher es similar a la que defendió el ex embajador de Estados Unidos en Israel, David Friedman, en su libro Un Estado judío: la última y mejor esperanza para resolver el conflicto israelí-palestino.
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El primer ministro Netanyahu con el embajador de Estados Unidos en Israel, David Friedman, y el presidente de la Knesset, Yariv Levin, examinando un mapa de Cisjordania.
(Embajada de Estados Unidos)
Sin embargo, Graham señaló una cuestión crítica: negarse a conceder la ciudadanía automática a los palestinos plantea desafíos de gobernanza.
"Si automáticamente te niegas a conceder la ciudadanía a estos palestinos, significa que estás gobernando a un segmento importante de tu población total que no son ciudadanos. Entonces, tienes que responder, ¿qué derechos legales tienen?"
Otra opción sería que Israel se anexionara sólo el Área C, que ya está bajo su administración.
"No creo que Israel vaya a anexar todo el asunto incluso si Trump lo 'permite'", dijo Dan Perry, ex jefe de la oficina de Medio Oriente de Associated Press y residente de Israel. El desafío, explicó, es que esto crearía una Cisjordania fragmentada con enclaves desconectados controlados por los palestinos gobernados por la Autoridad Palestina.
"Esto también conllevaría riesgos", dijo Perry, "pero menores".
Tal medida también significaría que Israel renunciaría a sitios históricamente judíos clave, como Belén, donde se encuentra la Tumba de Raquel; Hebrón, hogar de la Cueva de los Patriarcas; y Siquem (Nablus), el sitio de la tumba de José. Si Israel cediera incluso el control de seguridad sobre estas áreas, los judíos podrían perder el acceso a ellas por completo, similar a los años en que no pudieron visitar el Monte del Templo, que permanece bajo la autoridad del Waqf jordano.
Fleisher estuvo de acuerdo con Perry en un punto clave: el gobierno israelí no está listo para dar ese paso, en gran parte porque el público israelí no está listo.
Aunque cerca de 500.000 judíos viven en Cisjordania, una encuesta de 2023 publicada por el periódico hebreo Israel Hayom y el Foro de Defensa y Seguridad de Israel encontró que el 80% de los israelíes cree que es peligroso viajar por las carreteras de la zona.
Además, sólo el 9% de los encuestados declaró haber visitado la región semanalmente entre 2020 y 2023. Mientras tanto, el 20% de los encuestados nunca había visitado Cisjordania durante ese período.
Por otro lado, la encuesta encontró que el 70% del público judío siente una conexión histórica con Cisjordania, el 63% siente una conexión emocional y el 48% siente una conexión religiosa. La encuesta también entrevistó a árabes israelíes y encontró que poco más de un tercio (37%) sentía la misma conexión histórica.
Fleisher dijo que deseaba que más israelíes reconocieran el "sentido común" de la soberanía y lo apoyaran. Perry, sin embargo, argumentó que los costos a largo plazo de tal medida superarían cualquier ganancia a corto plazo en soberanía o seguridad.
"La anexión obligaría a Israel a tomar una decisión imposible: negar la ciudadanía a los palestinos, convirtiéndose en un estado de apartheid, o concederles los mismos derechos, socavando gravemente su mayoría judía y su identidad nacional, y perdiéndola por completo si se incluyera Gaza", explicó Perry. "Ninguna de las dos opciones es sostenible, pero es probable que elija la primera, poniendo fin a su carácter democrático. La creación de un sistema en el que dos poblaciones viven bajo una autoridad pero con derechos muy diferentes erosionaría la posición moral de Israel, correría el riesgo de un gran estallido de violencia e invitaría gradualmente al estatus de paria global, lo que aplastaría la economía israelí impulsada por las exportaciones", añadió.
Perry advirtió que Europa, el mayor socio comercial de Israel, podría imponer severas sanciones económicas, socavando la prosperidad de Israel. Agregó que muchos países probablemente condenarían a Israel por violar el derecho internacional. Además, podría poner en peligro los acuerdos de paz y normalización que Israel ya ha asegurado con Jordania, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Bahréin y Sudán.
Jeremy Issacharoff, ex embajador israelí en Alemania y residente de Jerusalem, se hizo eco de esas preocupaciones. Argumentó que la anexión también pondría en peligro cualquier posibilidad de una solución política con los palestinos, uno de los principales objetivos de Hamás al lanzar el ataque del 7 de octubre.
"Hamás no fue a la guerra sólo para matar israelíes, sino para socavar a la Autoridad Palestina", dijo Issacharoff. "Querían destruir cualquier posibilidad de reconciliación israelí-palestina en cualquier momento. Si no hay una solución palestino-israelí, entonces Hamás obtiene lo que quiere", consideró.
Un portavoz de Fatah confirmó los sentimientos de Issacharoff en una entrevista con Fox News Digital: "La anexión de Cisjordania nos hará retroceder a 1948 y destruirá cualquier estabilidad futura o perspectivas de paz", dijo.
Perry advirtió además que la anexión podría polarizar el apoyo vital de Israel en Estados Unidos.
"Se convertiría en un tema partidista, alienando a los judíos estadounidenses liberales y más jóvenes que respaldan abrumadoramente una solución de dos estados y poniendo en peligro el respaldo bipartidista en el que Israel ha confiado durante mucho tiempo", dijo.
Desde un punto de vista práctico, agregó Perry, también borraría la mayoría demográfica judía de Israel.
"La anexión, aunque motivada por el fanatismo religioso judío, no hace que el país sea más, sino menos judío", aseveró Perry.
Queda una pregunta más importante: ¿Por qué Israel está esperando que el presidente de Estados Unidos recomiende —o incluso dicte— su política en Cisjordania? Si Israel quisiera anexionarse la tierra que ganó en la Guerra de los Seis Días de 1967, podría hacerlo. Si no es así, entonces no debería, argumentan algunos analistas.
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La gente participa en una manifestación de apoyo a los palestinos en la plaza de Sant Jaume, en Barcelona. La anexión podría significar que Israel pierda varios apoyos políticos.
(AFP)
Issacharoff señaló que así como el presidente Trump parece estar impulsando la política sobre las negociaciones de rehenes para un alto el fuego, ahora parece que podría decidir el enfoque de Israel sobre la soberanía en los territorios.
"El primer ministro no está decidiendo sobre cuestiones críticas relacionadas con la seguridad nacional israelí", dijo Issacharoff. "No estoy seguro de que el presidente de Estados Unidos entienda las implicaciones de la soberanía", agregó.
Graham expresó sentimientos similares. Aunque es un cristiano evangélico que cree que la tierra pertenece a Israel, dijo que sería un error ver al presidente Trump como "un experto en diplomacia, política y leyes israelíes". "Él no puede tomar esas decisiones, y los gobiernos estadounidenses no deberían tomar esas decisiones", dijo Graham.
"El gobierno estadounidense debería decir que apoyamos que éste es el corazón bíblico dado a Israel por Dios, y creemos que usted tiene el derecho de controlarlo", continuó. "Pero si se implementa eso y cómo se implementa es muy complicado y no puede ni debe ser decidido por el señor Trump o cualquier funcionario estadounidense".