Hace un año Meir Cohen, propietario de la sucursal de la juguetería Pirata Rojo de Or Yehuda, se fue de vacaciones a Italia sin saber que ese viaje tendría consecuencias: dos días después de su regreso al país tuvo fiebre y sintió malestar en el cuerpo. Antes de la aparición de síntomas fue a trabajar a su comercio, al que asistieron numerosas familias que buscaban un disfraz para festejar Purim.
“Se hablaba del coronavirus en general pero yo estuve en Milán, donde no había restricciones ni advertencias, ni miedo de que pudiera ser una ciudad peligrosa”, contó Cohen, quien recordó que a su regreso a Israel “no había ningún tipo de advertencia ni pedido de aislamiento o restricciones”.
Una de las primeras cosas que hizo cuando llegó a Israel fue ir a su tienda de Or Yehuda, llena de padres e hijos que se preparaban para celebrar Purim. Trabajó como de costumbre y un martes a la noche comenzó a sentirse afiebrado y débil. Se metió en la cama y no se levantó durante dos días. “Como se hablaba del coronavirus en Italia y uno de los síntomas era fiebre, hablé al Ministerio de Salud y me dijeron que me iban a hacer una prueba”, contó.
“Fue muy extraño. Entró un hombre vestido de blanco, que parecía un extraterrestre, con máscaras y guantes. Hoy parece normal, pero en ese momento era toda una novedad”. Un día después Cohen se enteró de que era el primer paciente con coronavirus en Israel. Ese momento lo recuerda como “un verdadero drama”, en el que se mezcló la tensión del traslado en una ambulancia “todavía más protegida que el chico que me hizo la prueba” y un interrogatorio que le generó problemas: “Lo contaron en la radio, los periódicos y la televisión, tuve que apagar el teléfono porque colapsó de mensajes y preguntas”.
En ese momento el Ministerio de Salud informó que Cohen declaró haber asistido una sola vez a su tienda, pero luego de la declaración de un cliente admitió haber concurrido dos veces más. El ministerio lo denunció ante la policía por ocultar información durante la investigación epidemiológica, una causa que no prosperó en los meses siguientes. “Estaba con 40 grados de temperatura, no recordaba exactamente lo que había hecho. Pero brindé toda la información en la investigación, está documentado por escrito”, explica.
“Estoy muy enojado con el Ministerio de Salud, ellos arruinaron mi buen nombre. Era la primera investigación epidemiológica, en lugar de usarlo de aprendizaje me denunciaron como si hubiera mentido”, denuncia y remarca: “Ellos sabían de esta enfermedad desde hace dos o tres meses antes, si me hubieran dicho que me aisle se evitaba todo”.
Muchos padres e hijos de la región central de Israel debieron aislarse tras visitar la tienda y compartir el espacio con Cohen. Sin embargo, el comerciante asegura que no generó una gran cadena de infección: “Todos los que estuvieron en Pirata Rojo y recibieron atención en un hospital fueron mi esposa, la cajera, un vendedor y un cliente”.
Un año después, no se siente responsable de haber contagiado a personas y generado que tantos israelíes debieran aislarse. “No siento culpa. No hice nada, no fue algo que pudiera controlar, pero fue incómodo pensar que tal vez alguien estuviera hospitalizado por mi culpa”.
“Me acusaron de traer el coronavirus a Israel, no entiendo cómo alguien puede enojarse conmigo”, reflexiona sobre parte de la sociedad que lo acusó. “Estuve dos días en una ciudad de Italia en la que no había advertencias, la gente no usaba mascarillas, y cuando regresé no había ninguna instrucción del Ministerio de Salud. Cuando no me sentí bien me acosté y no salí de mi habitación”, recalcó.