Desde que tenía seis años Liel Katzav (23), de Jerusalem, creció escuchando las historias de su padre, combatiente de la primera guerra del Líbano. Así fue que nació su interés en servir en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI): “Desde que tengo memoria quiero ser como él, es mi sueño”, afirma.
Pero, más allá de la motivación y su voluntad, el ejército le negó el reclutamiento a Liel por un deterioro cognitivo. El joven se ofreció como voluntario, un año después fue reclutado oficialmente, y en los próximos días cumplirá otro sueño: un contrato permanente en las FDI.
“Cuando me eximieron se me rompió el corazón, recuerdo que le dije al soldado que estaba allí que algún día me iba a alistar, que habiendo tantos que no querían ingresar al ejército por qué no podía ir yo”, cuenta Liel, integrante del programa “Grandeza en Uniforme” que apoya la inclusión de personas con discapacidad en el ejército israelí. “Es algo por lo que luché, hay mucha gente que quiere llegar a esto pero hay un muro que cruzar, y yo lo haré”, celebró.
Liel asegura que el servicio militar le cambió su vida “de punta a punta” y reniega del término discapacitado para referirse a él. “No existe tal cosa, todo el mundo tiene alguna discapacidad, traeme una persona perfecta y en un minuto le encontraré alguna limitación”, afirma.
El programa auspiciado por la organización “Yad Leieled Hameiujad” (Una mano para un niño especial) y el Fondo Nacional Judío de Estados Unidos fue creado en 2001 por el teniente coronel Ariel Almog, y hasta la fecha participaron 1.870 personas. Actualmente hay 710 jóvenes del programa alistados en las FDI y en estos días se concretarán los primeros tres acuerdos de servicio permanente.
Además de Liel, Oded Alon, de 24 años y diagnosticado dentro del espectro autista, es uno de ellos. En 2017 ingresó al ejército como voluntario y un año y medio después fue reclutado oficialmente. “Quería contribuir al país y no dejar que mis discapacidades me lo impidan”, afirmó.
Liel asegura que el servicio militar le cambió su vida “de punta a punta” y reniega del término discapacitado para referirse a él. “No existe tal cosa, todo el mundo tiene alguna discapacidad, traeme una persona perfecta y en un minuto le encontraré alguna limitación”, afirma.
"Al principio me molestó mucho no poder alistarme, me sentí discriminado, y decidí encaminar esta lucha”, dijo Oded, quien se desempeña como sargento mayor y hoy en día asegura que el ejército “es una casa que fortaleció mi autoestima, me dio la oportunidad de sentirme igual que el resto”.
Roi Shifma, de Rishon LeTzion, nació con una parálisis cerebral severa y se moviliza en silla de ruedas. Cuando todos sus amigos del colegio se alistaron en las FDI, él entró en una profunda depresión, pero contra viento y marea logró incorporarse al ejército y es el tercer soldado del programa que se ligará de manera permanente. "Es el único lugar en mi vida donde no me han compadecido, no sintieron lástima por mí y me trataron como a un igual”, asegura el joven que trabaja en la administración de una clínica militar.
Ariel Almog, creador del programa, cuenta el proceso interno del ejército para que hoy se hayan abierto las puertas a jóvenes con discapacidades: “Antes las FDI le daban la exención a todos y no les daba a estas personas la misma oportunidad para integrarse a la sociedad, pero con el tiempo nos dimos cuenta de que podían aportar mucho más de lo que pensábamos”, dice.
“Hay autistas con destacados funcionamientos en torres de control, descifrando fotografías aéreas y cumpliendo con tareas que no todos pueden”, agregó Almog. “Es algo que hace bien a todos, permite la igualdad entre compañeros e invita a jóvenes con discapacidades para que se integren a las FDI.
“Los comandantes de las FDI nos persiguen para que llevemos a más personas, cuando hace diez años lo veían como una carga”, asegura el rabino Mendy Belintzky, director ejecutivo de “Yad Leieled Hameiujad”. “Los participantes atraviesan un proceso dentro del servicio militar en el que comienzan a pensar y ver la vida de manera diferente”, celebra.
Belintzky explica que la incorporación como miembro permanente de las fuerzas es un techo de cristal que se acaba de romper. “En comparación con el servicio militar regular, el cargo permanente está reservado a soldados de élite que ven a las FDI como un hogar, y que el ejército desea retener”, explica.