El 17 de noviembre de 1964 llegó al mostrador de carga del Aeropuerto de Roma una camioneta con matrícula diplomática, de la que salieron dos personas que se presentaron como diplomáticos. Y solicitaron enviar a El Cairo una caja de grandes dimensiones en un avión de las Aerolíneas de los Emiratos Árabes Unidos, que debía despegar a las 17.15 hora local. En el certificado del envío se decía que la enorme caja-maleta contenía “documentos diplomáticos”. Y en la parte superior se leía, en grandes letras, “material diplomático; no abrir”. Pero en la caja no había material diplomático… Adentro estaba el israelí Mordejai Lock (o Iosef Dahan, según informó entonces el diario israelí Yedioth Ahronot).
Quien evitó que Lock viajara a El Cairo fue un funcionario experimentado que oyó voces que salían de la caja-maleta. Ésta medía 120 por 100 centímetros. El funcionario, extrañado y curioso, preguntó: “¿Qué hay adentro?” Los diplomáticos egipcios respondieron sin pestañear: “Instrumentos musicales”. Pero la voz que salía de la caja no era muy musical que digamos... El funcionario de Aduanas oyó claramente las palabras “¡socorro!, ¡asesinos!” que sonaban como una queja desesperada, y llamó a dos policías del Aeropuerto para que abrieran la caja.
En ese momento se aceleraron las cosas. Los dos egipcios se llevaron rápidamente la caja y, pese a las protestas del funcionario de Aduanas, la subieron al vehículo y huyeron del lugar. A los azorados agentes de la Policía italiana les llevó unos segundos decidir qué hacer. A continuación requisaron un coche privado estacionado en el aeropuerto, y comenzaron a perseguir a la camioneta en la que iban los diplomáticos egipcios. Éstos intentaron escapar por las estrechas callejuelas de la localidad de Ostia, pero quedaron atrapados en un callejón sin salida, donde fueron detenidos. Los egipcios alegaron que tenían pasaportes diplomáticos, pero fue en vano. Los policías se llevaron la camioneta y la caja-maleta a la comisaría del lugar.
En la comisaría abrieron la caja. Adentro, sentado en una especie de silla de dentista, había un hombre desmayado. Sus piernas estaban atadas a la silla, y tenía otra cuerda alrededor del cuello apoyado en el respaldo. Sobre el pecho tenía un trapo con el que habían intentado taparle la boca, pero al parecer se le cayó.
En la comisaría abrieron la caja. Adentro, sentado en una especie de silla de dentista, había un hombre desmayado. Sus piernas estaban atadas a la silla, y tenía otra cuerda alrededor del cuello apoyado en el respaldo.
Los dos egipcios fueron encarcelados, y se llamó a un médico para que se ocupara del “hombre de la maleta”. El médico dijo que el hombre “estaba atiborrado de narcóticos y tranquilizantes” suficientes como para anestesiar a un caballo. Cuando despertó, el hombre contó una historia extraña. Dijo que se llamaba Iosef Dahan, y que había nacido en la localidad marroquí de Udya. Y agregó que era traductor de profesión, y que trabajaba en la Embajada de Egipto en Roma.
El hombre contó que había llegado a Roma desde Frankfurt el día anterior, y que se encontró con los dos egipcios en el Café Peri de la capital italiana, y que se fue con ellos a su coche. Allí lo golpearon y le pusieron tres inyecciones. Pero, según dijo, no se acordaba de nada de lo que sucedió después, hasta que despertó y se encontró a sí mismo dentro de la caja. Las declaraciones del hombre se interrumpieron muchas veces porque de vez en cuando perdía el conocimiento. En el interrogatorio, el hombre cambió la versión de la historia. Y dijo que había llegado a Roma desde Nápoles, donde vivía con seudónimo, y que en la capital italiana tenía que recibir una gran suma de dinero.
Mientras tenía lugar el interrogatorio se envió un mensaje a la Embajada de Egipto en Roma, y enseguida vino el consejero de la misión diplomática, que exigió que excarcelaran a sus dos hombres. Entretanto, se pasó el efecto de la droga que le habían inyectado al hombre, y para sorpresa de todos Dahan contó que trabajaba tanto para Israel como para Egipto. Luego se organizó una rueda de prensa, a la que fueron numerosos periodistas, que obtuvieron información sobre “el hombre de la caja”. Éste reiteró lo que le había dicho antes a los policías, y declaró que era un “agente doble”. Y comentó que debido a sus buenos servicios se le había dado la nacionalidad israelí.
Se excarceló a los dos secuestradores egipcios puesto que gozaban de inmunidad diplomática. Según el diario Yedioth Ahronot, se llamaban Abdul Muneis y Salim Osman a-Sayad
Entretanto, se excarceló a los dos secuestradores egipcios puesto que gozaban de inmunidad diplomática.Según el diario Yedioth Ahronot, se llamaban Abdul Muneis y Salim Osman a-Sayad. Ambos tenían el cargo de primer secretario (inmediatamente por debajo del embajador) de la misión diplomática egipcia en Roma. Al día siguiente fueron deportados a Egipto. En el aeropuerto los desnudaron y los registraron. Y aunque intentaron resistirse, tuvieron que acatar las órdenes de los funcionarios de seguridad.
La Policía israelí no tuvo que hacer mucho para dar con la identidad de “Iosef Dahan”. Lock (que entonces tenía 31 años) era un antiguo “cliente” de la Policía. “El grosor de su expediente en el Departamento de Investigación de la Policía israelí era de 6 centímetros. El expediente estaba repleto de documentos sobre sus fechorías como ladrón y muchos otros delitos, que había huido a la Franja de Gaza hacía unos tres años”, dijeron entonces fuentes de la Policía israelí. “El hombre, que nació en Marruecos, alegó que huyó debido a la ‘discriminación étnica’, al desempleo y a los agobiantes problemas económicos que había en Israel”.
Lock fue condenado cuatro veces en Israel entre los años 1953 y 1961 por diversos delitos, sobre todo robos y agresiones físicas. Y en 1957, el Tribunal de Distrito de Tel Aviv lo condenó a dos años y medio de prisión por robo y por falsificar un documento. Además, lo hallaron culpable de robar en una casa, de estar en posesión de armas de fuego sin licencia y de conducir sin el correspondiente carné.
Lock se casó en 1951 y vivió con su esposa en una cabaña del paupérrimo barrio para inmigrantes de Amishav, en la zona de Petaj Tikva
Lock se casó en 1951 y vivió con su esposa en una cabaña del paupérrimo barrio para inmigrantes de Amishav, en la zona de Petaj Tikva. En esa época solía comprar radios y pequeñas cocinas de gas en cuotas, y las vendía “al mejor pagador”. El hombre se presentaba como un rico constructor, pero en realidad su esposa y sus hijos vivían en una pobreza extrema.
Debido a la difícil situación familiar, el entonces presidente israelí, Isaac Ben Zvi, indultó a Lock, a quien excarcelaron en diciembre de 1960, y desapareció seis meses después, en junio de 1961. Más tarde se supo que se había entregado a Egipto, país al que pertenecía entonces la Franja de Gaza. Esa misma semana habló en Radio El Cairo, y dijo: “He huido al paraíso egipcio porque en Israel hay una terrible discriminación racial”. Y manifestó su esperanza de que los egipcios lo enviaran a Canadá, a fin de empezar una nueva vida allí. Después fue a Italia, donde su visa estaba a punto de expirar. Los egipcios se aprovecharon de su situación, e intentaron que se sumara a sus servicios secretos.
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Algunos de los artículos que se publicaron sobre la historia, entre ellos algunos de Yedioth Ahronot.
Los agentes italianos continuaron investigando a Lock. “No he traicionado a mi patria, y no he espiado contra Israel”, afirmó. Según él, uno de los egipcios le dijo: “Has huido de Israel para ver el mundo. Coopera con nosotros, y lo haremos posible”. Después de aceptar –según informó el diario Yedioth Ahronot entonces–, lo enviaron a un curso de espionaje, en el que participaron otros desertores israelíes. El curso terminó el 15 de julio de 1963, y una semana después Lock viajó a Alemania, y de allí lo trasladaron a Nápoles. “Me ordenaron seguir los movimientos de israelíes en el puerto y en la estación de trenes, e informar sobre la situación y sobre cómo era el ambiente en Israel”, contó. “Pero mis superiores no estuvieron satisfechos con mi trabajo, y me amenazaron con devolverme a El Cairo”, dijo.
Lock contó que el 17 de noviembre de 1964 lo citaron a una reunión con A-Sayad en una cafetería de Roma. Él y su colega egipcio lo llevaron a un apartamento del segundo piso de un edificio que no conocía, y allí los esperaban otros dos.
Un ex agente de los servicios secretos egipcios que huyó a Francia (...) contó que quien fabricó –en 1958– la caja-maleta en la que encerraron a Lock al secuestrarlo fue un miembro de las S.S. Helmut Hedrigner.
Un ex agente de los servicios secretos egipcios que huyó a Francia dijo que conocía muy bien a los dos diplomáticos de su país que deportaron de Italia. Y contó que quien fabricó –en 1958– la caja-maleta en la que encerraron a Lock al secuestrarlo fue un miembro de las S.S. Helmut Hedrigner. Los servicios secretos egipcios habían utilizado esa caja-maleta para secuestrar y devolver a Egipto a dos de los rivales del entonces presidente de ese país árabe, Gamal Abdel Naser, que huyeron tras el fracaso del intento del golpe de Estado del año 1957. El ex agente egipcio contó que con el mismo sistema se había secuestrado a un científico alemán.
¿Y qué decía Lock? Al día siguiente, habló con un enviado especial del diario israelí Yedioth Ahronot a Roma, Edwin Eitan, que estaba sentado a su lado en el vuelo de Roma al Aeropuerto de Lod (como se llamaba entonces, hasta que cambiaron el nombre por Aeropuerto Ben Gurión) después de que lo expulsaran de Italia. Y declaró que no tenía miedo de regresar a Israel. “No le hice ningún daño a mi país, Israel, y no cometí ningún acto contra éste”, afirmó. “Por el contrario, pienso que gracias a mí Israel logró dos cosas importantes: la red secreta egipcia quedó expuesta y se vino abajo, y se tensaron las relaciones entre Egipto e Italia”.
Lock contó que había ayudado a israelíes que se encontraban en la cárcel egipcia. “Soborné a los policías y a los guardias de la prisión con pequeños regalos: cigarrillos, dulces y cosas por el estilo”, dijo. “Después de eso, yo podía amenazarlos y exigirles ayuda médica para los prisioneros israelíes enfermos, así como más y mejor comida para quienes estaban débiles y que pusieran fin a las torturas que eran el pan de cada día”.
También contó por qué se había ofrecido a trabajar para los egipcios. “La única forma de huir del infierno era decirles a los egipcios que estaba dispuesto a trabajar para ellos. Esperaba que me enviaran al extranjero, para huir de ellos e irme a Canadá”. Sobre “la escuela para espías”, comentó: “Éramos sólo cinco en el curso. Entre ellos, dos oficiales egipcios y yo, que tenía libertad de movimiento. Comía con los oficiales y estudiaba”. Según él, al final del curso lo llevaron a Damasco.
Sobre el secuestro, Lock contó al diario israelí Yedioth Ahronot: “No vi la caja porque estaba detrás de mí, y de repente estaba adentro. Mis pies, sin zapatos, estaban calzados con unas zapatillas clavadas a la base de la caja, y se hizo girar la silla hasta que mi cabeza encajara con el soporte que habían preparado para mí. Parecía una momia, sin ninguna posibilidad de moverme ni de hablar, atado y con la boca tapada”. Lock comentó que todavía estaba consciente cuando cargaron la caja en la camioneta.
Acerca del momento en el que lo descubrieron los italianos recordó: “Cuando oí que había gente hablando cerca de la caja, grité ‘asesinos’, ‘socorro’. Oí que los italianos discutían con los egipcios, y mientras ellos se peleaban yo gritaba cada vez más fuerte”. Lock contó que en ese momento los egipcios taparon las rejillas de ventilación de la caja, y le costaba respirar. Cuando el avión aterrizó en Israel, llevaron a Lock a la Policía para someterlo a un interrogatorio.
Al día siguiente, lo llevaron ante un juez de un Tribunal de Paz de Tel Aviv, donde le extendieron la prisión provisional por quince días. El motivo: haberse infiltrado en la Franja de Gaza. También era sospechoso de contactos con una red de los servicios secretos de Egipto, país entonces oficialmente en guerra con Israel. Antes de entrar en la sala de sesiones del Tribunal de Paz, Lock dijo que se sentía más seguro en Israel. Mordejai Lock fue condenado a trece años de prisión en Israel, una pena de la cual cumplió sólo siete. Murió en el año 2006, a la edad de 73 años.