Los ataques de las FDI contra bastiones terroristas en Cisjordania en medio de la guerra en Gaza convirtieron la zona en un frente adicional. La ventaja lograda por reservistas de las FDI, que entran en masa en el corazón del territorio enemigo, a menudo también los sorprende.
La libertad de actuación obtenida en la zona se traduce, más de una vez, en patrullar las calles sin que se arroje piedras a las fuerzas. Pero la conmoción causada por las escenas que llegan desde Gaza flota en el aire.
O tal vez sea la calma antes de la tormenta, que puede llegar en Ramadán.
Es la 1:00 de la madrugada. Sobre una mesa de plástico en el centro de la sala hay colocados dispositivos de comunicación y una pantalla de televisión que proyecta los movimientos de las fuerzas en camino hacia sus objetivos, en un mapa de Naplusa. Tres batallones asaltan casas en las que, según informes, se esconden diversos equipos terroristas, armas y explosivos.
Con nosotros, están presentes una oficial de operaciones de combate, una comandante de inteligencia militar, una oficial del cuerpo médico y otros.
El coronel Shimon Sisso, comandante de la División Samaria, manifiesta que hubiera preferido estar en una sala de guerra diferente en este momento, junto a sus compañeros que luchan en Gaza.
Mantenerse alerta
No hay un solo oficial dentro de la División de Judea y Samaria que no envidie a sus camaradas que lucharon en Gaza en los últimos meses.
Sisso, un soldado de la Brigada Golani, se encuentra entre los nominados a liderar el equipo dentro de dos años.
"La fuerza que asalta el campo de refugiados informará tan pronto como se acerquen al objetivo", dice, "y luego bajaremos", agrega, sobre el operativo.
Esta vez el cambio se siente claramente. Estamos entrando en el centro de Naplusa, relativamente lejos de los campos de refugiados más familiares y pobres del este de la ciudad, como Askar y Balata. Los puestos de control de la policía palestina, como ya es costumbre, se retiraron más temprano en coordinación con las FDI.
La Autoridad Palestina tiene mayor interés y preocupación que Hamás, que amenaza con apoderarse de la sede del gobierno, la Mukataa en Ramalá.
El batallón de reserva, parte de la Brigada Samaria, ingresa al pequeño campo de refugiados en el centro de Naplusa. Tiene menos de 200 metros de tamaño. La calma se mantiene. Ni un solo grito palestino que indique el reconocimiento de las fuerzas que llegan en decenas de jeeps blindados.
"En Balata, los palestinos tienen cientos de cámaras en esquinas, conectadas a unidades de observación que avisan cuando llegamos, y sin embargo, lo hacemos abiertamente, incluso a pie, entrando a los lugares más profundos donde sólo operaban unidades selectas hace menos de medio año", afirma a Ynet el comandante del batallón, el teniente coronel Yedidiah.
El coronel Sisso ordena a todos que se mantengan alerta y hace una señal a una fuerza de la policía fronteriza para que cierre las entradas al campo de refugiados y se asegure de mantener alejados a los alborotadores.
Una fuerza de otro batallón informa por la radio militar, después de atacar un objetivo cercano, que les arrojaron dos explosivos, pero no detonaron: "Hay entre 12 y 20 personas que se reunieron, pero se dispersaron rápidamente".
Los explosivos serán detonados de forma segura por las fuerzas armadas. De ello son responsables los soldados de reserva de la unidad Yahalom, que se unieron a la importante operación en Cisjordania.
La División de Juda y Samaria observa un preocupante aumento del uso de explosivos. Aunque la mayoría de ellos son improvisados con bombonas de gas o extintores, provocaron heridos y muertes en el último año.
Fuerte presencia de las FDI
Las FDI no entraron en este barrio densamente poblado por largos meses, desde antes de la guerra, e incluso entonces, lo hicieron utilizando fuerzas encubiertas. Esta vez los soldados están al aire libre.
"Llegamos con muchos agentes, esto tiene un impacto, especialmente tras el efecto disuasorio creado por las imágenes de los combates en Gaza", dice el coronel Sisso.
Luego, recuerda que en Balata y Askar se puede acceder a la mayoría de las calles con jeeps blindados, pero en esta operación es diferente: los callejones son muy estrechos y algunos de los edificios tienen al menos 100 años.
A pesar de la calma, los agentes son cautelosos al entrar en cada pequeña vía, sosteniendo sus armas cargadas hacia arriba para evitar que los terroristas arrojen refrigeradores o lavadoras desde los tejados.
En la primera casa a la que entran, los soldados reúnen a los conmocionados miembros de la familia en la sala de estar de la planta baja y esposan a los jóvenes. Dos bombas caseras fueron encontradas escondidas en escaleras que conducen al dormitorio, a metros de las habitaciones de sus hijos.
"¿Cómo pueden vivir así, arriesgando la vida de sus hijos?" Se pregunta el teniente coronel Yedidiah. "Vimos cargas de este tipo utilizadas de diversas formas contra nosotros en Naplusa, colgadas en las calles, tiradas al borde de la carretera. Nos tomó tiempo aprender y desarrollar una respuesta a ellas, pero no nos detuvimos. Actuamos contra actividad terrorista, incluso a plena luz del día", remarca.
Y este no es el único cambio. Los soldados de la División Samaria dicen que incluso en las zonas donde había protestas semanales, ahora no hay ninguna.
"Ya no toleramos los disturbios, los detenemos. Cuando comienza un disturbio violento, identificamos inmediatamente al instigador principal y le disparamos al tobillo. Eso es todo, ya casi nunca utilizamos equipos antidisturbios", suma.
Además, los cortes de carreteras en la ciudad se duplicaron.
La libertad de movimiento de palestinos se preserva pero se restringe. Según los testimonios de los agentes, si antes un palestino de Naplusa necesitaba una hora y media para llegar a Ramalá (un viaje de 40 kilómetros), ahora le lleva entre tres y cuatro horas.
Esto es mucho más tiempo que antes del 7 de octubre, pero se diferencia de las 10 a 15 horas que se necesitaban en las carreteras secundarias durante la Segunda Intifada, cuando las ciudades fueron bloqueadas y rodeadas.
"Pedimos a los soldados que les deseen buenos días en los controles de carretera", explican los oficiales de la división.
"Los bloqueos de carreteras tienen un impacto. Incluso cuando regresen a trabajar en Israel, si se aprueba, tendrá un efecto. Reducirá su desesperanza. Muchos de ellos trabajan por 100 shekels al día en la construcción en Naplusa, en lugar de 400 a 500 shekels al día en Israel", afirman.
Cientos de arrestos cada día
La División de Samaria también señala una sorprendente disminución de los crímenes contra los palestinos impulsados por el nacionalismo. El trauma del 7 de octubre llegó a Cisjordania, donde casi no existe un límite seguro entre palestinos y judíos.
"Aquí no hay misiles RPG ni lanzacohetes como en Gaza, pero existe la tensión entre los residentes de que 20 hombres armados de Naplusa se infiltren repentinamente en uno de los asentamientos. Por eso nos tomamos mucho tiempo hablando con ellos y compartiendo la situación con funcionarios de los asentamientos locales”, confiesan los militares.
"Saben (los funcionarios israelíes) que arrestamos a 250 terroristas aquí en un mes, que ingresamos a la Kasba (la ciudad vieja de Naplusa) y a campos de refugiados, sin obstáculos y luchamos allí, para que el terrorismo no levante su cabeza. Incluso la influencia de Hamas proveniente de Gaza cayó", dicen.
“Se necesitará tiempo para restaurar la confianza en los militares, y esa es nuestra responsabilidad. Pasamos de tener 50 incidentes de lanzamiento de piedras por mes a cuatro o cinco casos y casi no hay fricciones entre judíos y palestinos", cierran los oficiales de las FDI desde Cisjordania.
