El destino quiso que la conversación de Calcalist con Frank M. Snowden, profesor emérito de historia e historia de la medicina en la Universidad de Yale, tuviera lugar durante su estadía en Italia, uno de los epicentros de la pandemia del coronavirus. Snowden, experto en historia de epidemias, está en cuarentena en Roma. Según él, no hay casualidades en las pandemias. "Las enfermedades epidemiológicas sacan provecho al máximo de las oportunidades que las sociedades crean para ellas", afirmó. "Las pandemias no son aleatorias ni arbitrarias, sino que reflejan quiénes somos. Nos muestran cómo es nuestra interacción social y nos enseñan sobre nuestras creencias y prioridades morales".
Además de su experiencia en pandemias, Snowden, de 73 años, es también un experto en historia de la Italia moderna. Ha escrito siete libros, la mayoría de los cuales combinan sus dos principales temas de interés. Dos ejemplos son sus libros "Nápoles en los tiempos del cólera" (1995) y "La conquista de la malaria: Italia, 1900-1962" (2006).
Snowden estaba en Roma para su investigación cuando el brote actual comenzó y se encontró informando desde el centro de un evento epidemiológico histórico. "Vine a Roma para una investigación, pero tan pronto como hizo su aparición el brote de coronavirus cambié mis planes” contó. "Esta es una experiencia aleccionadora. No deseo esto en ninguna sociedad. Siento que tengo que aprender todas las lecciones posibles de esta pandemia”.
En otro giro del destino, su último libro, "Epidemias y sociedad: de la peste negra al presente”, se publicó un mes antes del brote inicial de coronavirus en Wuhan, China. En este libro, Snowden examina cómo las pandemias moldearon las sociedades y las economías, aceleraron los cambios sociales, profundizaron el racismo y el nacionalismo, inspiraron el arte y conformaron creencias.
Según Snowden, las pandemias fueron la fuerza impulsora detrás del nacimiento del Estado moderno, ya que requería que las comunidades se organizaran para formar autoridades civiles que supervisaran la salud y la vigilancia. Para él, cualquier diferencia en la forma de reaccionar de los países y las personas frente a la crisis por el COVID-19 revela información valiosa, ya sea que los italianos canten juntos desde sus balcones, los estadounidenses compitan para comprar armas o los israelíes se abastezcan de huevos.
Snowden cree que las pandemias sacan al descubierto nuestros mayores miedos y ansiedades, así como también muestran el espíritu humano en su máxima expresión. "Las pandemias siempre ponen a prueba nuestro compromiso con los valores humanos, así como nuestra actitud hacia las partes más vulnerables de nuestra sociedad. También plantean cuestiones religiosas. Cuando aparece algo nuevo, violento y aterrador, que mata a mucha gente, queremos entenderlo y descifrar cómo es que algo así sucede”, reflexionó.
Las pandemias, dijo Snowden, atacan nuestras estructuras sociales en sus puntos más débiles. "Durante la revolución industrial, las personas vivían hacinadas en centros urbanos como Londres, París y Filadelfia antes de que tuvieran sistemas de cloacas y agua corriente. Estas sociedades eran vulnerables a las enfermedades de transmisión fecal-oral y se veían gravemente afectadas por el cólera", contó. “Esto condujo a cambios radicales en la forma en que se construyeron las ciudades, y a pesar de que existía la esperanza de que la globalización pudiera ayudar a reducir las epidemias, la forma de vida en el siglo XXI ha demostrado ser perfecta para la difusión del nuevo coronavirus. La urbanización y las ciudades masivas que son interconectadas por aviones han creado un nuevo mundo muy vulnerable a los virus que se transmiten rápidamente a través del aire. El SARS -síndrome respiratorio agudo grave, en 2004- fue solo un anticipo leve del conjunto de desafíos que enfrentamos ahora”, continuó.
Para comprender las implicancias futuras del coronavirus, es importante comprender que cada pandemia es miserable a su manera. Según Snowden, cada pandemia crea su propia tragedia debido a la diferencia en los síntomas, en las tasas de mortalidad, en el sufrimiento que conlleva y su velocidad de propagación. La peste negra, que se extendió en Europa durante el siglo XIV, es un ejemplo. La epidemia golpeó tan rápido que muchas víctimas colapsaron y murieron en las calles en público, lo cual, según él, acercó a los testigos a la religión. En otro ejemplo, la pandemia de cólera de 1817 dio lugar a muchas teorías conspirativas. Sus síntomas, principalmente calambres musculares y diarrea, son similares a los sufridos por estar expuesto a la estricnina (veneno para ratas), lo cual llevó a mucha gente a pensar que se trataba de un evento diseñado por las autoridades o las élites y no un hecho natural.
Según Snowden, el relato acerca de una pandemia puede cambiar a medida que los hechos suceden. "La tuberculosis, por ejemplo, se consideraba en el siglo XVIII como una enfermedad hereditaria de las élites. Los ricos se retiraban a centros turísticos para curarse con aire fresco” explicó. "En 1882, se descubrió que era causada por una bacteria. Desde entonces, se relacionó a la enfermedad con la suciedad, y se culpó a los pobres”.
A mediados de marzo, Israel comenzó a utilizar de manera controversial tecnologías de inteligencia antiterrorista para rastrear a los pacientes con coronavirus. Snowden, que no es fanático de la decisión, cree que una decisión así ofrece mucha información acerca del país. "Esta reacción parece innecesaria cuando se trata de una enfermedad epidemiológica", afirmó. "Personalmente, no creo que se deba elegir entre las libertades individuales o la guerra ante una emergencia médica. Esto abre una caja de Pandora y revela el lado oscuro de la naturaleza humana” expresó.
A pesar de la desoladora situación actual, Snowden cree que hay un resquicio para la esperanza. "Cuando veo la falta de respuesta a la crisis medioambiental, una catástrofe que sabemos que se avecina, soy pesimista. Por lo tanto es difícil decir que soy optimista con respecto a las enfermedades epidemiológicas", afirmó. "Por otro lado, el futuro está en nuestras manos. Si trabajamos juntos y desarrollamos una estrategia a largo plazo, podemos asegurar nuestra supervivencia y eso sí es un motivo para ser optimista”.